CONFLICTO PETROLERO VIDA DEL PARTIDO /
APUNTES AL COSTADO DE LA RUTA. LA LUCHA DE LOS PETROLEROS
Por A. H. S. (Antonio Helo Salinas)
Apenas está amaneciendo. Son las 5:30 de la madrugada, en el sur de la Patagonia a la mañana hace un frío que penetra los huesos a pesar de ser verano. La primera goma arde y el viento helado hace que la nube negra que surge se expanda a lo largo de la Ruta 3 y 26 en la salida sur de Comodoro Rivadavia. Comienzan a llegar los primeros vehículos que se dirigen hacia los yacimientos petroleros. Les queda un largo viaje -entre 50 y 70 kilómetros por caminos de ripio, sinuosos y en mal estado- antes de que empiecen su jornada laboral de doce horas.
Los autos disminuyen su velocidad. El primero frena al llegar a la altura de una llanta que arde a la vera de la ruta. Un trabajador petrolero se acerca al auto con un volante en la mano: “Unidad para ganar”. El conductor baja la ventanilla y lo recibe. No se enoja, no putea; aunque sabe que el piquete va a hacer que vuelva más tarde a su casa: menos tiempo para descansar. Atrás llega un micro. Un compañero se acerca a darle un volante al chofer: “Suban a repartirlo”, le dice mientras abre la puerta de pasajeros. Inmediatamente dos chicas entran. Treinta trabajadores petroleros están adentro; muchos aprovechan el viaje para dormir. Las compañeras les reparten los volantes. Uno codea a otro que duerme para que no se quede sin volante. No hay ninguno que se niegue a recibirlos.
Son las 7:00, el Sol ya salió. El viento sigue siendo fuerte, aunque el frío ya no está en su punto máximo. La fila de vehículos aumenta constantemente -no paran de llegar micros, camionetas, autos que van para los yacimientos- hasta perderse en la curva allá lejos. La gente continúa siendo receptiva con los volantes, no les importa una breve demora: la vida de los trabajadores petroleros implica muchos esfuerzos -olvidados, a miles de kilómetros, lejos de sus seres queridos, con uno de los trabajos más pesados. Ser petrolero supone que tu ruta va a estar llena de sacrificios, ahí donde se tensa un hilo fino entre la vida y la muerte… SÍ, la muerte. Esa es la situación trágica que les toca vivir.
Entre esos sacrificios, hay uno muy fuerte: es el de tratar de darle lo mejor a su familia; a sus hijos, un futuro mejor que el que ellos tuvieron. Esas cargas les pesan a cada hora, en cada jornada, en cada gota de sudor, en sus cuerpos empetrolados y en llamas. Ese peso en definitiva es lo que los lleva a luchar, a organizarse y a unirse como clase.
Esta pequeña actividad es parte del proceso más hermoso: la lucha por un mundo mejor. Ese futuro que le desean a sus hijos, sí existe, pero será en la disputa contra las multinacionales; contra la traidora y sucia burocracia sindical; contra los despidos y suspensiones; contra todo aparato represor. Lo podremos lograr estatizando el petróleo bajo el control de los trabajadores; imponiendo la democracia obrera mediante las asambleas de base, y destruyendo al sistema capitalista que los oprime hasta la última gota de su aliento.
Ese futuro existe: depende de los petroleros y de todos los trabajadores del mundo. Ese futuro mejor, es el SOCIALISMO y será, en definitiva, lo mejor que les puedan legar a sus hijos y a los hijos de sus hijos, y a toda la humanidad en sí. Por eso debemos apoyar la lucha de los petroleros, porque no es un caso aislado –como nos quieren hacer creer-, forma parte del conjunto de otras luchas que en la construcción de un partido revolucionario son necesarias y la raíz del mismo. Si ellos ganan, nosotros también. Por eso debemos como militantes y como juventud apoyar y reivindicar toda la pelea que están llevando a cabo. Esa es nuestra tarea, porque esa es también nuestra lucha.