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El PSTU es un partido integrado por mujeres y hombres comprometidos con las transformaciones por un mundo más justo e igualitario, es decir un mundo SOCIALISTA.
Está compuesto principalmente por militantes que participan en sindicatos, movimientos estudiantiles, sociales y populares. Estamos convencidos de que la única manera de cambiar la realidad es mediante la movilizacion permanente de los trabajadores y los sectores populares a fin de terminar definitivamente con el sistema capitalista. De ahí que su estrategia es revolucionaria y no reformista.
Creemos que el socialismo no sólo es posible sino que es necesario por los principios, valores y fines superiores que enarbola.

Pero si somos revolucionarios ¿por qué queremos participar en las elecciones?

Si bien creemos que sólo la movilización de los trabajadores y la acción directa puede cambiar la realidad, pensamos que las elecciones son y están diseñadas para que nada cambie. No obstante, son una oportunidad para divulgar las ideas de nuestro partido y una herramienta importante para el apoyo de las luchas y la denuncia del sistema capitalista mismo.

viernes, 15 de agosto de 2014

1914: la quiebra de la Segunda Internacional -Por Alicia Sagra

Congreso de la Segunda Internacional.

Congreso de la Segunda Internacional.


1914: la quiebra de la Segunda Internacional


Escrito por Alicia Sagra LIT-CI
La organización obrera internacional no pasó la prueba de la Primera Guerra Mundial, ya que sus partidos más importantes apoyaron a sus respectivos gobiernos imperialistas. Esto significó la quiebra de esta organización como herramienta de los trabajadores. Sin embargo, no había vivido en vano.
La guerra franco- prusiana de 1971 fue la partera de la primera revolución obrera: La Comuna de París y la derrota de la Comuna, inició la decadencia de la Primera Internacional, la que posteriormente en 1872 era disuelta a partir de las desleales intrigas de Bakunin, el  padre del anarquismo. Así acababa la primera gran experiencia organizativa de la clase obrera internacional.
Pero, al mismo tiempo,  la victoria de Alemania, en la misma guerra franco-prusiana, comienza a crear las condiciones que  casi 20 años después darán origen a la  segunda gran experiencia, la de la Internacional Socialista, la Segunda Internacional.
Después de su victoria en la guerra franco-prusiana de 1871, Alemania entró en una gran expansión industrial, parecida a la que Inglaterra había vivido veinte años atrás. Eso vigorizó al movimiento obrero industrial. Engels en una carta al dirigente socialdemócrata Bebel6 del 11 de diciembre de 1884 decía: “Nuestra gran ventaja es que la revolución industrial está en pleno apogeo, mientras que en Francia e Inglaterra en lo que concierne a su aspecto principal, está detenida. (…) “De otro lado, para nosotros, todo se está desarrollando. Así, hemos tenido una revolución industrial mucho más profunda y completa, y especialmente más amplia que la de los otros países; y esto con un proletariado perfectamente fresco e intacto, no desmoralizado por derrotas y finalmente – gracias a Marx– con un conocimiento de las causas del desarrollo económico y político, y de las condiciones de una revolución inminente, como no lo habían tenido ninguno de nuestros predecesores”
La ventaja de la que habla Engels se expresó no sólo  en un gran desarrollo y fortalecimiento de los sindicatos, sino también  en el del partido socialdemócrata, que reivindicaba las tesis del marxismo. En las elecciones para la Cámara de Diputados, el partido socialdemócrata pasó de
102.000 votos en 1871,  493.000 en 1877,  550.000 en 1984 y en 1890  superó el millón de votos.
A final de la década de 1880, la situación  se comienza a emparejar en el resto de Europa.
En  Francia, Jules Guesde7 quien había sido amnistiado por haber participado en la Comuna de París, ganó políticamente importantes sectores de jóvenes del movimiento sindical y fundó, en 1879, junto a Paul Lafargue, el Partido Obrero Francés, cuyo programa fue redactado con la ayuda de Marx. . En los años ochenta se sentaron las bases y se organizaron partidos obreros y socialistas en Dinamarca, Suecia, Bélgica, Austria, Suiza e Italia. Los primeros grupos marxistas empezaron a trabajar en Finlandia y Rusia. En 1877 se organizó en Estados Unidos el Partido Socialista del Trabajo. En Inglaterra, la  pérdida del monopolio industrial y en el mercado mundial, provocó un gran desempleo y miseria. La consecuencia fue un gran proceso de movilizaciones y el surgimiento de un nuevo sindicalismo de los obreros no calificados y se fundan una serie de organizaciones para propagandizar  las ideas socialistas y marxistas. El sindicalismo anterior estaba conformado fundamentalmente por obreros especializados. Según Engels: “Los nuevos sindicatos se han fundado en un momento en que la confianza en la eternidad del sistema salarial estaba seriamente deteriorada; sus fundadores y promotores son socialistas, ya sea de conciencia o sentimiento; las masas, cuya adhesión les fortificó, son toscas y despreciadas por la aristocracia obrera; pero tienen la inmensa ventaja de que sus mentes son terreno virgen, completamente libre de la herencia de los ‘respetables’ prejuicios burgueses que llenan los cerebros de los ‘viejos’ sindicalistas mejor situados.”
La fundación de la Segunda Internacional
En 1889 se celebró en Francia el centenario de la Revolución Francesa. Sesenta y nueve congresos internacionales se realizaron simultáneamente con la Exposición Mundial organizada en París por el gobierno francés. Uno de ellos fue citado por los socialistas alemanes y organizado por los guesdistas de Francia). Ese fue el primer congreso de la Segunda Internacional.
Reflejando la situación e la clase obrera que le daba origen, de este congreso fundacional salió un llamado a los trabajadores para apoyar un programa por una legislación internacional del trabajo. Esa resolución fue polémica con quienes sostenían  “la legislación laboral era incompatible con los principios socialistas”  y se decidió apoyar la lucha por la jornada de ocho horas de trabajo que realizaba la Federación Norteamericana del Trabajo (AFL). La AFL había enviado un saludo solicitando apoyo para la campaña, que sería lanzada el  1º de mayo de 1890. El congreso decidió organizar en ese día una demostración internacional a favor de la jornada de ocho horas.
La Segunda Internacional: gran avance en la organización obrera internacional.
La Segunda Internacional, a diferencia de la Primera, no fue un Frente Único entre organizaciones obreras, sino una Federación de Partidos Socialdemócratas, que se reivindicaban marxistas y algunos de los cuales tenían peso de masas. Engels cumplió un papel importante en su formación. 
En los diez años posteriores, la Segunda Internacional fue aumentando su influencia y prestigio. Iba realizando un importantísimo papel en la educación marxista del movimiento obrero y en los congresos debatían y votaban resoluciones sobre los principales problemas que enfrentaban los trabajadores. En los partidos nacionales antes y después de los congresos se debatía y votaba sobre esas cuestiones. El carácter internacional de esas discusiones fue un gran avance para el movimiento obrero europeo  que fue elevando permanentemente su nivel político y teórico.
La batalla contra el oportunismo y el sectarismo.
En la medida en que el capitalismo  va entrando en la fase imperialista, se desarrollan importantes debates  y se van perfilando las diferentes alas en el Partido Socialdemócrata alemán, el más importante de la Segunda Internacional,  dependiendo en cómo se ubicaban en la relación “reforma- revolución”.
Rosa Luxemburgo, en su folleto de 1889  explicaba así  la posición marxista sobre esa relación: “La lucha cotidiana por las reformas, por el mejoramiento de la situación de los obreros en el marco del orden social imperante y por instituciones democráticas, ofrece a la socialdemocracia el único medio de participar en la lucha de la clase obrera y de empeñarse en el sentido de un objetivo final: la conquista del poder político y la supresión del trabajo asalariado” (…)“entre la reforma y la revolución social existe, para la socialdemocracia, un vínculo indisoluble. La lucha por las reformas es el medio; la revolución social, el fin.” [1]
Pero, en relación a este tema, los marxistas tuvieron que combatir, dentro de la Segunda, dos desviaciones igualmente perjudiciales: la oportunista y la sectaria.
Los sectarios,  que por principio negaban la lucha por las reformas, eran una respuesta equivocado al oportunismo que cada vez más tenía bases materiales para su desarrollo, a partir del desarrollo  y fortalecimiento del imperialismo.
El imperialismo, tal como afirmó Lenin, dividió al mundo entre un grupo de privilegiadas, explotadoras y militaristas potencias opresoras (Inglaterra, Alemania, Francia, Rusia, Italia, Japón y Estados Unidos) y la mayor parte de la humanidad que soportaba el yugo colonial.
Las grandes ganancias extraídas de la explotación de los países coloniales y semicoloniales, permitieron a las grandes potencias dar algunas migajas a sus trabajadores. Estos trabajadores privilegiados constituyeron la aristocracia obrera, que fue la base social de fuertes burocracias políticas y sindicales. Y esto fue acompañado  por el gran  crecimiento partidario y sus triunfos electorales expresados en la obtención de un gran número de parlamentarios. Esto se fue dando en los diferentes partidos europeos, pero muy especialmente en el alemán.
Dirigentes de los partidos obreros parlamentarios, junto con los dirigentes  sindicales comenzaron, a llevar una vida cada vez más acomodada. En la medida en que crecía su bienestar más se aislaban de los sufrimientos, miserias y aspiraciones de las masas arruinadas y empobrecidas de los pueblos coloniales y más disminuía su disposición a la lucha.
Al calor de los debates  teóricos y políticos se van conformando tres alas en el partido alemán: La derecha, encabezada por  Berstein y Vollmar; la izquierda  que entre sus principales figuras tenía a Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht, Clara Zetkin, Leo Jogiches , Ernst Meyer, Hugo Eberlein ,Franz Mehring y el centro, que dirigía al partido, representado por Kautsky y Bebel.
Los oportunistas son derrotados en los congresos. El punto culminante de la Segunda Internacional.
Las  posiciones  oportunistas se fueron desarrollando en la Internacional y no tenían sólo un componente teórico sino que se expresaba en las políticas concretas.   En Francia la lucha llegó al máximo cuando Alexander Millerand, miembro del partido Socialista Independiente, aceptó en 1889 el cargo de ministro de industria en el gobierno burgués. Era la primera vez que un dirigente socialista entraba a un gobierno burgués. Millerand justificó su acción con el argumento de que había que defender la democracia frente a la amenaza monárquica y bonapartista. La lucha contra la traición de Millerand llevó a la división, entre el ala derecha y el ala izquierda, del Partido Socialista Francés.
En el congreso de la socialdemocracia alemana realizado en Dresden en 1903, se votó una resolución que decía:
“El congreso condena terminantemente los esfuerzos de los revisionistas por cambiar la línea táctica que se ha probado con éxito en el pasado y que se deriva de la idea de la lucha de clases, sustituyendo la política de conquistar el poder derrotando a nuestros enemigos por una política de concesiones al orden actual (...) Estas tácticas revisionistas inevitablemente cambiarían el carácter de nuestro partido (...) de un movimiento que lucha por suplantar lo más rápidamente posible la actual sociedad burguesa por una sociedad socialista para pasar a ser un grupo satisfecho con reformar la sociedad burguesa.”
“El congreso declara: (...) que el Partido Socialdemócrata no puede luchar por una cuota de poder dentro del gobierno de la sociedad burguesa.
Más aún, el congreso condena todos los esfuerzos por conciliar los actuales y crecientes antagonismos entre las clases, para facilitar la cooperación con los partidos burgueses.”
Esta resolución fue aprobada por los votos del ala izquierda y el centro, en contra del ala encabezada por Berstein.
En 1904, en el Congreso de Amsterdam de la Segunda Internacional, se adopta la resolución de Dresden. Ese Congreso, con 444 delegados presentes, mostró que la II Internacional se había convertido en un gran movimiento mundial.
El peso de la Segunda se agrandó en 1905, cuando estalló la revolución rusa y la joven clase obrera de ese país, dirigida mayoritariamente por la socialdemocracia, mostró al mundo su potencial revolucionario. Ese fue el punto culminante de la Segunda. Poco después comenzará su decadencia.
Decadencia de la Segunda Internacional.
El poderoso movimiento de 1905 en Rusia, movió corrientes revolucionarias en toda Europa. Trotsky decía:
“La revolución rusa fue el primer gran evento que trajo un soplo de aire fresco a la rancia atmósfera europea en los treinta y cinco años transcurridos desde la Comuna de
París. El rápido desarrollo de la clase obrera rusa y la inesperada fuerza de su actividad revolucionaria, impresionaron enormemente al mundo civilizado y dieron ímpetu en todas partes a la agudización de las diferencias políticas. En Inglaterra, la revolución rusa aceleró la formación de un partido laborista independiente. En Austria, gracias a circunstancias especiales, condujo al sufragio universal... Y en Alemania la influencia de la revolución rusa se evidenció en el fortalecimiento del ala izquierda del partido, en la aproximación a ella del centro dirigente y en el aislamiento del revisionismo. El problema de los derechos políticos prusianos, clave de la posición política de los junkers12, asumió agudos matices. Y el partido
adoptó en principio el método revolucionario de la huelga general”[2]
Pero esta gran revolución fue derrotada, y a partir de ahí se abrió un período reaccionario en toda Europa, que tuvo consecuencias que Trotsky describe así:
“En Rusia triunfó la contrarrevolución y empezó un periodo de decadencia para el proletariado ruso, tanto en la política, como en la fuerza de sus organizaciones. La serie de reivindicaciones planteadas por la clase obrera en Austria fue destruida, la legislación del seguro social se pudrió en las oficinas del gobierno, los conflictos nacionalistas surgieron con removido vigor debilitando y dividiendo a la socialdemocracia”.
“El Partido Laborista en Inglaterra, después de haberse separado del Partido Liberal, volvió de nuevo a la más estrecha colaboración con éste. En Francia, los sindicalistas se pasaron a posiciones reformistas (...) Los líderes revisionistas de la socialdemocracia alemana, alentados por el desquite que les proporcionaba la historia, levantaron cabeza (...)”
“Los marxistas se vieron obligados a cambiar sus tácticas ofensivas por otras defensivas. Los esfuerzos del ala izquierda del partido por llevarlo a una política más activa fueron infructuosos. El centro dirigente se balanceó más y más hacia la derecha, aislando a la izquierda. El conservadorismo, curado de los golpes recibidos en 1905, se recuperó totalmente.”[3]
Entre 1906 y 1914, aunque no se formulaba con claridad, la Segunda Internacional comenzó a actuar con un punto de vista diferente. Comenzaron con el argumento de que, como en los últimos cien años el capitalismo continuaba en expansión y desarrollando las fuerzas productivas, eso hacía posible elevar el nivel de vida de los trabajadores y alcanzar mayores libertades políticas. Esos objetivos podrían ser alcanzados fortaleciendo paso a paso el poder de las organizaciones obreras, sindicatos, cooperativas, partidos políticos y obteniendo cada vez más diputados. Este punto de vista justificaba lo que se había dado en llamar programa mínimo.
Ese programa mínimo se fue convirtiendo en el verdadero programa del partido y el programa máximo, basado en la lucha revolucionaria, sólo pasó a ser usado en los discursos de los Primeros de Mayo.
Al mismo tiempo, se comenzaba a justificar la existencia del imperialismo. En el  congreso de Stuttgart (1907),   los oportunistas, encabezados por los dirigentes sindicales alemanes, se resistieron a cualquier lucha contra las políticas imperialistas. Bernstein, la máxima expresión de la derecha oportunista, argumentaba que necesariamente existían dos clases de pueblos –los dominadores y los dominados– Algunos pueblos, decía, eran niños incapaces de desarrollarse. Por lo tanto, la política colonial era inevitable, aún bajo el socialismo.
Estas posiciones fueron derrotadas, pero sólo por 127 votos contra 108.  Este congreso preanunciaba  lo que vino a ser la gran traición de la Segunda Internacional: su posición ante la Primera Guerra Mundial.
Primera Guerra Mundial. La gran traición y la muerte de la Segunda Internacional.
En octubre de 1912 Montenegro declaró la guerra a Turquía.. El buró de la Segunda Internacional organizó mítines contra la guerra mundial que se avecinaba y citó a un congreso extraordinario en Basilea, para el 24 y 25 de noviembre de 1912. Los delegados aprobaron por unanimidad un manifiesto, conocido como el Manifiesto de Basilea que declaraba que la próxima guerra europea sólo podría tener un carácter interimperialista. Reafirmaba la posición principista de la lucha obrera contra la guerra, adoptada en los congresos anteriores. Recordando los ejemplos de la Comuna de París después de la guerra franco- prusiana y de la revolución rusa de 1905 durante la guerra ruso- japonesa, el manifiesto llamaba a que en caso de declararse la guerra se debía “utilizar con todas las fuerzas la crisis económica causada por la guerra, para sublevar a las masas y precipitar así la caída del dominio de clase capitalista”.
En julio de 1914 el imperio austro- húngaro dio un ultimátum a Serbia. Los partidos de la Segunda Internacional pusieron en práctica el primer mandato del Manifiesto de Basilea: “Si la guerra amenaza con estallar (....) desarrollar todos los esfuerzos con el objeto de prevenirla por todos los medios que consideren efectivos”. El 29 de julio cuando las tropas austriacas entraban en Belgrado, se organizaron inmensas manifestaciones contra la guerra, en Alemania, Austria, Italia, Francia, Bélgica. El partido alemán publicó un manifiesto exigiendo a su gobierno no entrar en la guerra.
El 1 de agosto, cuando Alemania declaró la guerra a Rusia, el dirigente  alemán Herman  Müller aseguró que su partido no votaría a favor de los créditos de guerra.
Los dirigentes socialdemócratas confiaban que todas esas acciones obligarían a sus gobiernos a retroceder. Pero no sucedió eso. No se pudo impedir la guerra interimperialista. Ante eso, la Segunda Internacional y sus partidos, tenían que poner en práctica el segundo mandato del Manifiesto de Basilea. Había que enfrentar al propio imperialismo, practicando el l derrotismo revolucionario, transformando  la guerra imperialista en guerra revolucionaria. La guerra era la divisoria de aguas entre los verdaderos revolucionarios y los capituladores.
Las guerras y las revoluciones, siempre son la gran prueba. La Segunda Internacional no pasó esa prueba. La inmensa mayoría de los dirigentes de todos los partidos terminaron votando a favor de los créditos de guerra de sus países y los revolucionarios quedaron reducidos a una mínima expresión. Con relación a los partidos hubo sólo dos honrosas excepciones que no votaron a favor de sus propios gobiernos, los rusos y los serbios (a pesar de que estos últimos soportaban la presión de la invasión de las tropas austríacas).
En Alemania, el único diputado socialdemócrata que votó en contra de los créditos de guerra y que además llamó a los obreros y soldados a voltear las armas contra su propio gobierno, fue Karl Liebknecht. Todo el resto de la socialdemocracia, según las palabras de Rosa Luxemburgo era “un cadáver maloliente”.
En enero de 1915, la dirección del partido alemán, en común acuerdo con el mando militar de la burguesía, hacer callar definitivamente a Liebknecht movilizándolo en el ejército. De este modo le queda prohibido tomar la palabra y no puede acudir a las asambleas de militantes. El 18 de febrero de 1915, Rosa Luxemburgo es encarcelada hasta febrero de 1916 y, exceptuando algunos meses entre febrero y julio de 1916, permanecerá en prisión hasta octubre de 1918. En septiembre de 1915, Ernst Meyer, Hugo Eberlein y, después, Franz Mehring, con 70 años de edad, y muchos más son también encarcelados.
A pesar de ser minoría la derecha impuso su política. El centro, representado por Kautsky, que en los Congresos anteriores había reafirmado la posición revolucionaria frente a la guerra, capituló totalmente al socialpatriotismo.
Lenin, en abril de 1917, definió así el papel del centrismo:
“El meollo del asunto es que el ‘centro’ no está convencido de la necesidad de una revolución contra su propio gobierno, no predica la revolución, no impulsa vigorosamente una lucha revolucionaria y con el objeto de evadir esa lucha recurre a las más triviales excusas ultra ‘marxistas’”.
“El ‘centro’ está integrado por los adoradores de la rutina, desgastados por la gangrena de la legalidad, corrompidos por la atmósfera parlamentaria; son burócratas acostumbrados a posiciones cómodas y a trabajos suaves. Histórica y económicamente hablando, no son un estrato diferente, sino que representan sólo una forma de transición de una fase anterior del movimiento obrero –la fase entre 1871 y 1914, que aportó muchos elementos valiosos, particularmente el arte indispensable de sostener un trabajo organizativo lento, sistemático a gran escala– a una nueva fase que se hizo objetivamente esencial con el estallido de la Primera Guerra Mundial, que inaugura la era de la revolución social” (Obras completas, tomo XXIV)
Y Trotsky escribió brillantemente el epitafio  para este gran y frustrado proyecto de organización obrera internacional:
“La Segunda Internacional no había vivido en vano. Había logrado hacer un gigantesco trabajo educativo. Nunca antes en la historia existió algo semejante. Había educado y aglutinado a su alrededor a las clases oprimidas. El proletariado ahora no tiene que empezar desde el principio. No entra a la nueva senda con las manos vacías.”
RESPUESTA A LOS ARGUMENTOS DE LA TRAICIÓN
Rosa Luxemburgo: “El argumento de la casa ardiendo”

Los dirigentes de la Segunda Internacional intentan justificar la traición con el argumento de que una vez que nos e pudo impedir la guerra, lo central era impedir la invasión de los diferentes países por potencias extranjeras. Rosa Luxemburgo responde brillantemente en un folleto de 1916, mostrando como ese planteo es una revisión de los principios marxistas.
A pesar de todo, si no hemos podido impedir el desencadenamiento de la guerra, si la guerra es ya un hecho consumado, si la nación se encuentra ante el peligro de una invasión extranjera, ¿cómo podemos dejar indefensa a la propia patria, cómo vamos a entregársela al enemigo?; ¿abandonar los alemanes su país a los rusos?; ¿los franceses y los belgas a los alemanes?; ¿los serbios a los austriacos? ¿Acaso no dice el principio socialista del derecho a la autodeterminación de las naciones que todo pueblo tiene el derecho y el deber de proteger su libertad y su independencia? Cuando la casa se quema, ¿no hay que apagarla, en primer lugar, en vez de ponerse a buscar al culpable que le prendió fuego?
Este argumento de la “casa ardiendo” ha desempeñado un gran papel en la actitud de los socialistas, tanto de un lado como de otro, tanto de Alemania como de Francia. También en los países neutrales ha sentado escuela: traducido al holandés significa: cuando el barco hace agua, ¿no se debe, ante todo, intentar taponar las vías de agua?
Ciertamente, es un pueblo indigno el que capitula ante el enemigo extranjero, como el partido que capitula ante el enemigo interno. Tan sólo una cosa han olvidado los bomberos de la “casa ardiendo”: que en la boca de los socialistas la defensa de la patria significa algo distinto a desempeñar el papel de carne de cañón bajo el mando de la burguesía imperialista. En primer lugar, por lo que respecta a la “invasión”, ¿es realmente aquel espantajo ante el cual toda lucha de clases interna debería desaparecer como embrujada y paralizada por un poder sobrenatural?
Según la teoría política del patriotismo burgués y del estado de sitio, toda lucha de clases es un
crimen contra los intereses de la defensa de la patria, porque pone en peligro y debilita la fuerza defensiva de la nación. La socialdemocracia oficial se ha dejado engañar por este griterío. Y, sin embargo, la historia moderna de la sociedad burguesa muestra a cada paso que para ella la invasión extranjera no es el más abominable de los horrores como la quieren pintar hoy, sino un medio probado y utilizado con preferencia contra el “enemigo interno”.
¿Acaso no llamaron los Borbones y los aristócratas de Francia a la invasión extranjera, contra los jacobinos? ¿Acaso no llamó la contrarrevolución austriaca y clérigo-estatal en 1849 a la invasión francesa contra Roma, la rusa contra Budapest? ¿Acaso no amenazó en
Francia abiertamente el “partido del orden” en 1850 con la invasión de los cosacos para acallar a la Asamblea Nacional? Y con el famoso tratado del 18 de mayo de 1871 entre Jules Favre, Thiers y compañía y Bismarck, ¿no se acordó poner en libertad a las tropas bonapartistas y llamar en su apoyo a las prusianas, con el fin de acabar con la Comuna de París?
Para Carlos Marx fue suficiente esta experiencia histórica para desenmascarar, hace ya 45 años, a las “guerras nacionales” del moderno Estado burgués como un engaño. En su conocido manifiesto del Consejo General de la Internacional sobre el caso de la Comuna de París dice:
´Que después de las guerras más terribles de los tiempos modernos se alíe el ejército victorioso con el vencido para aplastar conjuntamente al proletariado, este acontecimiento inaudito no demuestra, como creía Bismarck la destrucción definitiva de la nueva sociedad ascendente, sino la descomposición total de la vieja sociedad burguesa. El más alto heroísmo de que era todavía capaz la vieja sociedad es la guerra nacional, y ésta aparece ahora como un mero engaño gubernamental que no tiene otra finalidad que la de postergar la lucha de clases, y que desaparece tan pronto como esta lucha de clases se convierte en guerra civil. La dominación de clase no es ya posible ocultarla por más tiempo bajo un uniforme nacional; ¡los gobiernos nacionales están unidos contra el proletariado!´
La invasión y la lucha de clases no representan cosas contradictorias en la historia burguesa, tal como se dice en la leyenda oficial, sino que !a una es medio y expresión de la otra. Y si para las clases dominantes la invasión es un medio eficaz contra la lucha de clases, para las clases revolucionarias la más violenta lucha de clases ha demostrado ser el mejor medio contra la invasión.[4]

Lenin: “Los oportunistas “honestos” son los más peligrosos para la clase obrera”
También  de 1916 es un trabajo de Lenin, en donde desenmascara a los dirigentes traidores de la Segunda Internacional, explicando el trasfondo de clase del oportunismo y reafirmando que la guerra abre las condiciones para el triunfo de la revolución obrera.
¿”Cuál es la esencia económica del defensismo en la guerra de 1914-1915? La burguesía de todas las grandes potencias hace la guerra para repartir y explotar el mundo, para oprimir a los pueblos. A un reducido grupo de la burocracia obrera, la aristocracia obrera y los compañeros de viaje pequeñoburgueses pueden tocarle algunas migajas de las grandes ganancias de la burguesía. El socialchovinismo y el oportunismo tienen el mismo trasfondo de clase: la alianza de un pequeño sector de obreros privilegiados con “su” burguesía nacional, contra las masas de la clase obrera; la alianza de los lacayos de la burguesía con esta última contra la clase que ella explota.
El contenido político del oportunismo y del socialchovinismo es el mismo: colaboración entre las clases, renuncia a la dictadura del proletariado, renuncia a las acciones revolucionarias, aceptación incondicional de la legalidad burguesa, falta de confianza en el proletariado y confianza en la burguesía. El socialchovinismo es la continuación directa y la culminación de la política obrera liberal inglesa, del millerandismo y el berteinianismo. (…)
Los representantes inteligentes de la burguesía lo han comprendido muy bien. Por eso dedican tantos elogios a los actuales partidos socialistas, encabezados por los “defensores de la patria”, es decir, los defensores de la rapiña imperialista. Por eso los gobiernos retribuyen a los líderes socialchovinistas con cargos ministeriales (en Francia e Inglaterra) o con el monopolio de una existencia legal sin trabas (en Alemania y Rusia). Por eso mismo, en Alemania, donde el Partido Socialdemócrata era el más fuerte y donde su transformación en un partido obrero nacional-liberalcontrarrevolucionario, ha sido más evidente, ¡las cosas llegaron hasta el punto de que el Ministerio Fiscal califica la lucha entre la “mayoría” y la “minoría” como una “incitación al odio de clase”! Es por todo esto que los oportunistas inteligentes se preocupan ante todo por mantener la anterior “unidad” de los viejos partidos que prestaron tan importantes servicios a la burguesía en 1914 y 1915.
Un socialdemócrata alemán publicó en abril de 1915, con el seudónimo de “Monitor”, en la revista reaccionaria “Preussische Jahrbücher”, un artículo en el que, con franqueza digna de elogio, expresaba las opiniones de estos oportunistas en todos los países del mundo. Monitor cree que sería muy peligroso para la burguesía que la socialdemocracia se desplazara aún más a la derecha: “Debe conservar el carácter de un partido obrero con ideales socialistas. Pues el día que renuncie a ello surgirá un nuevo partido que adoptará el programa abandonado por el partido anterior, y lo formulará en términos aún más radicales” (Preussische Jahrbücher, 1915, núm. 4, págs. 50-51).
(…) Pero Monitor representa sólo una variedad de oportunismo: la variedad franca, burda y cínica. Otros proceden en forma encubierta, sutil y “honesta”. Engels dijo en cierta ocasión: Los oportunistas “honestos” son los más peligrosos para la clase obrera... Un ejemplo:
Kautsky escribe en “Neue Zeit” (26 de noviembre de 1915): “La oposición a la mayoría está aumentando, el estado de ánimo de las masas es oposicionista”.
“Después de la guerra (¿sólo después de la guerra? –N.L.), las contradicciones de clase se enconarán hasta tal punto que el radicalismo prevalecerá entre las masas.” “Después de la guerra (¿sólo después de la guerra? –N.L.) corremos el riesgo de que los elementos radicales huyan del partido para afluir a un partido de acciones de masas antiparlamentarias (¿?entiéndase: extraparlamentarias)”. “Así pues, nuestro partido se divide en dos campos extremos que no tienen nada de común entre sí.” Para preservar la unidad, Kautsky trata de convencer a la mayoría del Reichstag que permita a la minoría pronunciar unos cuantos discursos parlamentarios de tono radical. Eso significa que, con unos cuantos discursos parlamentarios radicales, Kautsky quiere conciliar a las masas revolucionarias con los oportunistas que “no tienen nada de común” con la revolución, que dirigen desde hace ya mucho los sindicatos y que ahora, apoyándose en su estrecha alianza con la burguesía y el Gobierno, se han adueñado también de la dirección del partido. ¿Qué diferencia hay, en rigor, entre esto y el “programa” de Monitor? Ninguna, sino las frases melosas que prostituyen el marxismo. (…)
¡Basta de fraseología, basta de “marxismo” prostituido à la Kautsky! Después de veinticinco años de existencia de la II Internacional, después del Manifiesto de Basilea, los obreros dejarán de dar crédito a las frases. El oportunismo, gangrenoso ya, se ha pasado definitivamente al campo de la burguesía transformándose en socialchovinismo; ha roto espiritual y políticamente con la socialdemocracia. También romperá con ella en materia de organización. Los obreros ya exigen una prensa “no censurada” y reuniones “no autorizadas”, es decir, organizaciones clandestinas para apoyar el movimiento revolucionario de masas. Sólo tal “guerra a la guerra” es obra de la socialdemocracia, y no una frase. Y a pesar de todas las dificultades, derrotas pasajeras, errores, extravíos y pausas, esa obra llevará a la humanidad a la revolución proletaria victoriosa.[5]

[1] Rosa Luxemburgo, “Reforma o revolución”
[2] León Trotsky, “La Guerra y la Internacional”
[3] idem
[4] Rosa Luxemburgo, La crisis de la socialdemocracia
[5] Lenin, “El oportunismo y la bancarrota de la Segunda Internacional”

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