¿Quiénes somos?
El PSTU es un partido integrado por mujeres y hombres comprometidos con las transformaciones por un mundo más justo e igualitario, es decir un mundo SOCIALISTA.
Está compuesto principalmente por militantes que participan en sindicatos, movimientos estudiantiles, sociales y populares. Estamos convencidos de que la única manera de cambiar la realidad es mediante la movilizacion permanente de los trabajadores y los sectores populares a fin de terminar definitivamente con el sistema capitalista. De ahí que su estrategia es revolucionaria y no reformista.
Creemos que el socialismo no sólo es posible sino que es necesario por los principios, valores y fines superiores que enarbola.
Pero si somos revolucionarios ¿por qué queremos participar en las elecciones?
Si bien creemos que sólo la movilización de los trabajadores y la acción directa puede cambiar la realidad, pensamos que las elecciones son y están diseñadas para que nada cambie. No obstante, son una oportunidad para divulgar las ideas de nuestro partido y una herramienta importante para el apoyo de las luchas y la denuncia del sistema capitalista mismo.
domingo, 25 de marzo de 2012
Las Malvinas son Argentinas
La bravuconada inglesa es una afrenta a toda América Latina
El imperialismo inglés está embarcado en una nueva serie de agresiones contra la soberanía argentina sobre las islas Malvinas.
En vísperas de cumplirse el trigésimo aniversario del inicio de la guerra en el archipiélago, situado en el Atlántico Sur, el gobierno británico ha decidido iniciar allí una serie de ejercicios militares de los que participa el propio príncipe William, además de enviar al HMS Dauntless, uno de los más modernos destructores lanza misiles de su armada y hasta un submarino a propulsión nuclear, posiblemente el “HMS Tireless” o el “HMS Turbulent”; todo a escasos 480 kilómetros de la Patagonia, territorio continental argentino. El gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, ante esta afrenta, ha respondido sólo con declaraciones y apostando a una salida diplomática, negociada en la ONU, ante la cual denunció la “militarización del Atlántico Sur” y la “introducción de armamento nuclear a la zona de las Islas Malvinas” por parte de Inglaterra.
Una historia de pillaje colonial y lucha antiimperialista
El archipiélago de Malvinas es de soberanía territorial argentina. Desde 1820, el gobierno de Buenos Aires consolidó su posesión de las islas, antes dominadas por el derrocado imperio español. El 2 de enero de 1833, las islas fueron invadidas por los británicos. Aquel día arribó la fragata de guerra británica HMS Clio, comandada por el capitán John James Onslow, quien simplemente comunicó al jefe argentino del lugar, José María Pinedo, que venían a tomar posesión de las islas en nombre del rey de Inglaterra. Pineda consideró que no tenía condiciones de resistir y embarcó a sus hombres rumbo a la entonces Confederación Argentina. El robo, a manos de los piratas ingleses, estaba consumado.
Inglaterra, en el siglo XIX, era la principal potencia económica y militar en el mundo. Su política colonialista, al servicio de conquistar nuevos mercados y fuentes de materias primas, combinaba la diplomacia con la intervención militar directa. La ocupación inglesa de Malvinas tiene relación con la política británica hacia el derrumbe del poder español en Latinoamérica a inicios del siglo XIX. Un antecedente importante lo encontramos 27 años antes, cuando, buscando dominar las ex colonias de España llegaron a invadir militarmente el Río de la Plata, concretamente Buenos Aires y Montevideo, en 1806 y 1807 respectivamente.
Desde aquella fecha, transcurrieron 149 años de administración británica ininterrumpida en las Malvinas hasta que, el 2 de abril de 1982, la odiosa dictadura militar argentina invade las islas y recupera la posesión de las mismas. El imperialismo inglés, comandado entonces por MargaretHildaThatcher, ardiente neoliberal que quedó conocida como la “Dama de Hierro”, responde declarándoles la guerra a los argentinos. El conflicto armado terminó el 14 de junio de 1982 con la victoria militar británica. La guerra costó la vida a unas 907 personas, de las cuales 649 fueron soldados argentinos. De estos, a su vez, 323 murieron en el hundimiento del ARA General Belgrano, fuera del área de conflicto, ocurrido el 2 de mayo de aquel año.
Desde 1833, lo que existe en las islas es un enclave imperialista. Allí están radicados 3.100 colonos, denominados “kelpers”. Esta no es una población autóctona sino, como en todo enclave, una población trasplantada y artificial. Casi todos son descendientes de británicos, pero con un nivel de vida superior a los ingleses europeos y protegidos por una dotación permanente de 15.000 soldados instalados en la base de Mount Pleasent. De ahí lo falso e hipócrita del actual discurso de David Cameron, primer ministro británico, sobre la “autodeterminación” de los malvinenses o de hacer una “consulta” en las islas sobre si esos colonos quieren o no que se abran negociaciones sobre la soberanía del archipiélago.
El tiro por la culata
La dictadura argentina, al ocupar militarmente las islas en 1982, tenía la intención de desviar en otro sentido el odio creciente de las masas contra ella, recuperar la autoridad perdida y mantenerse en el poder por varios años más.
Los militares, en medio de una crisis política y económica brutal, lo único que querían era alargar su vida. El movimiento de masas, en especial la clase obrera, contestaba fuertemente a la dictadura militar desde 1979. En el marco de este proceso de luchas crecientes, un sector de la Confederación General del Trabajo (CGT) convocó el 30 de marzo de 1982, dos días antes de la ocupación de Malvinas, a una movilización en Plaza de Mayo por reclamos salariales y libertades democráticas. La respuesta de la vanguardia obrera, con miles de personas en la Plaza, fue muy importante. La represión de la dictadura fue brutal. La acción militar en Malvinas no pasaba, desde la posición de la dictadura, de una maniobra política para salir de su crisis.
Por otro lado, la dictadura calculaba que el imperialismo norteamericano iba a colocarse de su lado, en función de sus servicios prestados en la represión en el país y de su colaboración en la represión en el Cono Sur y en América Central. Esto no se dio. Por el contrario, todo el imperialismo mundial, además de la ONU, la Iglesia católica y una quinta columna cipaya dentro de la Argentina, se alineó detrás de los piratas ingleses.
Los militares, que como máximo querían obtener alguna que otra migaja de los ingleses en cuanto a la administración de las islas, se vieron envueltos, sin quererlo, en una guerra contra todo el imperialismo; una guerra que originó una impresionante movilización revolucionaria y antiimperialista de la clase obrera y el pueblo argentinos.
La causa argentina, además, despertó la solidaridad y simpatía de otros pueblos latinoamericanos y de otros continentes. En el Perú, por ejemplo, se llegó a realizar una imponente movilización de más de cien mil personas. El gobierno peruano de entonces hasta llegó a ofrecer apoyo militar a los argentinos.
Metidos en la vorágine de esta dinámica, la dictadura no tuvo otra alternativa que enfrentar la guerra. Pero, por su carácter de clase y su sumisión suprema al imperialismo, desde un inicio hizo todo lo posible en favor de la derrota militar argentina.
Una política revolucionaria
La situación se presentaba difícil y compleja para los revolucionarios. ¿Qué política debían tener frente al hecho de que una dictadura pro-imperialista y genocida, el gobierno más sanguinario de la historia argentina, en los hechos había recuperado las Malvinas y se enfrentaba militarmente con el imperialismo unificado en torno a los ingleses?
La LIT-CI -que entonces tenía tres meses de existencia- y el Partido Socialista de los Trabajadores (PST), su sección en la Argentina, no tuvieron dudas: nos colocamos desde el principio en el campo militar de la nación oprimida (la Argentina), independientemente de su dirección política y militar (la dictadura de Galtieri), batallando a muerte por la derrotar militar de Gran Bretaña (el país imperialista). En 1982, resumíamos así nuestra posición: “Los socialistas no vacilamos un sólo instante sobre nuestra ubicación en el campo de batalla: estamos a muerte con la nación argentina y combatiremos con todas nuestras fuerzas por la derrota del imperialismo. Este es el primer e irrenunciable deber de todo luchador de la causa de la clase obrera y el socialismo: combatir a muerte por derrotar al enemigo imperialista”[1]. No existía otra política ni otra posición para los revolucionarios.
En esta cuestión, tanto la LIT-CI como el PST argentino, de los cuales Nahuel Moreno era el principal dirigente, estaban siguiendo la política aconsejada por Trotsky ante la posibilidad de una guerra entre un país imperialista y un país atrasado. Éste, en una entrevista con el dirigente obrero argentino Mateo Fossa, realizada en setiembre de 1938, afirmó: “Tomaré el más simple y demostrativo ejemplo. En Brasil existe hoy un régimen semifascista que ningún revolucionario puede ver sino con odio. Supongamos, sin embargo, que mañana Inglaterra entrara en un conflicto militar con el Brasil. Yo le pregunto: ¿De qué lado del conflicto se ubicará la clase obrera? Le contestaré por mí mismo, personalmente: En este caso, yo estaré de parte del Brasil “fascista” contra la Inglaterra “democrática”. ¿Por qué? Porque el conflicto entre esos dos países no será una cuestión de democracia o fascismo. Si Inglaterra triunfara, pondría a otro dictador fascista en Río de Janeiro y colocaría una doble cadena alrededor del Brasil. Si, por el contrario, el Brasil fuera el que triunfara, ello daría un poderoso impulso a la conciencia nacional y democrática del país y llevaría al derrocamiento de la dictadura de Vargas”[2].
Esta fue la política de la LIT-CI frente a la guerra de Malvinas.
Vale una aclaración importante. El hecho de estar en el mismo campo militar con la dictadura fascista, contra Inglaterra, nunca significó una capitulación política a ese gobierno capitalista. El PST argentino mantuvo en todo momento su independencia política del gobierno, denunciándolo como la peor conducción de la guerra y llamando a las masas a derrocarlo cuanto antes, a la par que defendía un programa específico y concreto para lograr la efectiva derrota del imperialismo. “El movimiento obrero debe practicar la más audaz unidad de acción para imponer el combate antiimperialista, al tiempo que debe mantener la más celosa e intransigente independencia política como clase”[3], declaraba el PST.
El centro de ese programa era la derrota del imperialismo inglés y de todo el imperialismo, que lo apoyaba política y económicamente. Este programa antiimperialista, lo podemos resumir rescatando las palabras de un histórico volante que publicó el PST con motivo de la visita del Papa, que era parte del bloque imperialista y que no tenía otro motivo que predicar la capitulación ante los ingleses:
“!Nada de 'movilizaciones' derrotistas! !Los trabajadores y el pueblo debemos movilizarnos por la victoria sobre el imperialismo! La victoria es segura, si imponemos mediante nuestra movilización un programa de guerra sin cuartel al imperialismo.
Seguir la guerra apelando ahora a todos los medios, sin limitación alguna. Para ello, requerir de forma inmediata ayuda militar a todos los países que se hayan pronunciado a nuestro favor, en especial a los latinoamericanos pero también a la URSS, China, Libia, Irán, etc. !No a las negociaciones secretas! !Inmediata ruptura de relaciones con los EEUU!
!Que la guerra la paguen los imperialistas! Incautación de todas las empresas inglesas y yanquis, y no pago de la deuda externa. Prohibición de despidos y suspensiones. Aumento general de salarios y seguro al desocupado.
Restablecimiento pleno de las libertades democráticas y sindicales, para que los trabajadores y el pueblo puedan organizarse para resistir la agresión.
!!!Sí!!! !!El imperialismo puede ser derrotado!! !!Ya lo han hecho otros pueblos!! Y ya hemos visto como -pese a la desastrosa conducción del actual gobierno militar -que no lleva la guerra a fondo ni aplica este programa-, a los imperialistas no les está resultando fácil”[4]
Finalmente se dio la derrota militar argentina en Malvinas. La guerra, al contrario de lo que esperaban los militares, profundizó el odio y la movilización contra la dictadura. El grito de millares de personas de “se va acabar, se acabar, la dictadura militar…” ganó las calles hasta que finalmente cayó la dictadura y se produjo un radical cambio de régimen. El PST, siguiendo las enseñanzas de Trotsky, pudo participar de esa movilización en estrecha unidad con los miles de luchadores a los que había acompañado en su experiencia concreta con la dictadura y la guerra.
Aguas divididas
Mientras el PST empeñaba todas sus fuerzas en la campaña por la derrota de los ingleses, la mayoría de la izquierda argentina acompañó el curso de la burguesía capituladora (que tenía en la Unión Cívica Radical de Alfonsín y en el grueso del peronismo sus principales exponentes) con distintas variantes y argumentos. El abanderado de la capitulación al imperialismo fue el Partido Comunista, que criticó “la ocupación con el uso de la fuerza” y bregaba por una salida pacífica en la ONU debido a que “la tarea internacional más importante” era defender la paz[5]. Otros partidos llegaron a participar equivocadamente de movilizaciones claramente derrotistas, impulsadas por el propio Papa, que visitó el país entre el 8 y el 12 de junio.
Las aguas estaban divididas. De un lado, la aplastante mayoría de la burguesía “nacional”, entreguista y cobarde, junto al Papa y al imperialismo acompañados por el Partido Comunista y otros sectores de la izquierda. Por otro lado, la clase obrera y el pueblo trabajador y el PST argentinos, negándose a la capitulación ante el imperialismo. En este sentido, se impone también resaltar posición del Workers Revolutionary Party (WRP), partido del cual provienen Bill Hunter y otros dirigentes de la International Socialist League (ISL), actual sección inglesa de la LIT-CI, que entonces levantó como el centro de su política la derrota de las tropas inglesas en Malvinas y llamó a la clase obrera y al pueblo inglés a solidarizarse con la lucha del pueblo argentino. A pesar de existir, en ese momento, fuertes organizaciones de izquierda y trotskistas, fue el único partido de todo el Reino Unido que tuvo esta posición revolucionaria, contra su propio imperialismo.
¿Por qué esta nueva ofensiva del imperialismo británico?
Actualmente, el gobierno británico dice que todos sus movimientos militares en Malvinas son mera “rutina”. La realidad es que las empresas petroleras inglesas, asociadas a las estadounidenses, están realizando un brutal saqueo de los recursos de hidrocarburos de las islas y esto va acompañado de una protección militar adicional por parte de los ingleses que, por otra parte, mantienen una base militar de la OTAN en Malvinas desde donde, por ejemplo, entrenan tropas que luego mandan a otras regiones, como Afganistán. El trasfondo es la crisis económica que asola al mundo entero y que golpea a Europa con fuerza particular. En este sentido, Gran Bretaña sabe que sus reservas petrolíferas del Mar del Norte se están acabando. En la búsqueda y disputa por nuevas fuentes de energía, aparecen las Malvinas como una fuente de nuevos recursos.
Esto lo corroboró recientemente el propio ministro de Defensa británico, Philip Hammond, cuando informó al parlamento inglés que las compañías inglesas ya invirtieron 1.500 millones de dólares y prometen invertir 2.000 más para sacar petróleo en el 2016.
El Reino Unido, si bien hace décadas dejó de ser el imperialismo hegemónico, mantiene varias colonias bajo su férula opresora. Según el Comité de Descolonización de la ONU, existen actualmente 16 territorios colonizados en disputa. Diez de ellos son británicos: Malvinas (el más grande de esta decena), Gibraltar (reclamada por España), los caribeños Anguilla, Bermuda, Islas Vírgenes Británicas, Caymán, Montserrat, Santa Helena, Turks y Caicos y la isla del Pacífico Pitcairn.
La política de Cristina
La presidenta argentina denunció la “militarización del Atlántico Sur” y la “depredación de sus recursos petroleros” por parte del imperialismo británico. En su discurso se escucha mucho la palabra “soberanía” y hasta “segunda independencia”. Es real que existe una respuesta de Cristina ante estas agresiones inglesas. Sin embargo, nosotros sostenemos que sólo con palabras o con recurrir a la ONU, donde los ingleses tienen poder de veto, no basta. Las medidas de Cristina K. son tibias y absolutamente insuficientes para recuperar la soberanía argentina en Malvinas.
Es más, existe una contradicción entre los discursos y la práctica del gobierno argentino. Por ejemplo, se sigue subsidiando a las corporaciones inglesas y pagando deudas con el sacrificio del pueblo argentino, recursos que finalmente financian el despliegue de la armada pirata. Cristina Kirchner, además, mantiene los “Acuerdos de Madrid”, por los cuales se entrega a Gran Bretaña más de un millón de kilómetros cuadrados de mar en torno a las Islas Malvinas. Recordemos que estos acuerdos fueron firmados en 1990 por Carlos Menem, cuando Domingo Cavallo era canciller.
Cristina también mantiene la “Ley de protección de inversiones británicas” y sigue pagando puntualmente la deuda a los bancos ingleses y al FMI, además de subsidiar a las corporaciones inglesas y yanquis en la Argentina. En este sentido, resalta el ejemplo de la Metro Gas, que pertenece al British Gas Group. O el caso de British Petroleum, a quien en 2007 se le adjudicó sin licitación, por 40 años, el yacimiento de Cerro Dragón. Por la extensión del plazo ha sido en la práctica una concesión hasta el agotamiento.
De la misma forma como en 1982, en medio de una guerra, la dictadura militar le pagaba puntillosamente la deuda y hasta los intereses a los enemigos, ahora resulta inaceptable que, frente a la “militarización de nuestros mares”, como el gobierno denuncia, éste le siga transfiriendo recursos al imperialismo. Y hace esto al mismo tiempo en que impone un ajuste y techos salariales a los trabajadores argentinos.
La lucha por las Malvinas es parte de la lucha por la Segunda Independencia continental
Desde la LIT-CI rechazamos categóricamente las agresiones militares de los bravucones piratas imperialistas. Reafirmamos nuestra posición histórica de que las Malvinas son argentinas y de nadie más. Estamos por la recuperación de las islas por parte del pueblo argentino y por el fin de ese enclave imperialista, símbolo más abyecto de colonialismo y una verdadera afrenta contra los pueblos del mundo, especialmente contra América Latina. Esta lucha no es sólo del pueblo argentino – que debe y puede ser la vanguardia-; esta lucha es continental, es mundial.
Debemos impulsar la más amplia movilización antiimperialista de la clase obrera y el pueblo argentinos, en unidad con los demás pueblos del mundo, para lograr la recuperación de la soberanía de Malvinas a manos de los argentinos. No existe otra salida que no sea la movilización masiva y antiimperialista, a nivel continental. En este sentido, sostenemos que nada se puede esperar de la política sumisa del gobierno argentino, que apuesta a la vía muerta de la diplomacia burguesa en los marcos de la ONU, cueva de bandidos capitaneada por el imperialismo mundial.
Por otro lado, si bien los gobiernos del Mercosur tomaron medidas de apoyo a la reivindicación argentina y decidieron prohibir el acceso a sus puertos de buques con bandera de la Autoridad Política de las Islas (Falklands en la terminología británica), es preciso señalar que la misma es absolutamente insuficiente en el sentido de afectar intereses estratégicos del imperialismo inglés en nuestros países. En este mismo terreno, por ejemplo, la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT), órgano que abarca a los sindicatos de camioneros, trabajadores portuarios, marítimos, ferroviarios y aéreos, fue mucho más coherente y anunció que han resuelto boicotear a cualquier buque con bandera inglesa, no sólo de Malvinas.
En la Argentina –al igual que en el resto de los países latinoamericanos- debemos movilizarnos para exigir a la presidenta Kirchner que cese los discursos y tome medidas concretas, reales, en contra de los intereses del imperialismo inglés. A los colonialistas se los debe golpear donde más les duele: en el bolsillo.
¡Exigimos al gobierno de Cristina Kirchner que expropie a las corporaciones inglesas en la Argentina, que confisque sus bancos y no pague ni un peso de la fraudulenta deuda a los piratas! Lo mismo debemos exigir al resto de los gobiernos latinoamericanos.
¡Que el gobierno argentino rompa los “Acuerdos de Madrid”!
En la Argentina y en toda América Latina, es preciso movilizarse para exigir medidas concretas y radicales contra el imperialismo colonizador. La lucha por la recuperación de Malvinas es parte de nuestra lucha por la Segunda y Definitiva Independencia de nuestros países.
Tal como manifiestan las y los compañeros del PSTU argentino, sección de la LIT en ese país:
“Basta de discursos. Exijamos medidas soberanas Que no nos vendan la ilusión que “por el diálogo” convencerán a los ocupantes para que se vayan. Es verdad, que la lucha contra esta dominación colonial no tiene ni puede tener hoy como centro el enfrentamiento militar en las islas. Pero será con la movilización de las masas obreras y populares argentinas y latinoamericanas y golpeando donde les duele que lograremos recuperar las Malvinas.
Exijamos al gobierno nacional que fije plazo al gobierno inglés para reconocer la soberanía argentina y al cabo del mismo que nacionalice las corporaciones, las estancias y capitales de los usurpadores ingleses. Para empezar, las diez mayores corporaciones: Shell petróleo, BP petróleo, HSBC banco, Glaxo Smith Kline farmacéutica, Vodafone Group telefonía, Standard Bank, Barclays banco, Unilever química y alimentos, MetroGAS gas natural”.
Secretariado Internacional LIT-CI
São Paulo, 22 de febrero de 2012
Escrito por Secretariado Internacional - LIT-CI
Sábado 25 de Febrero de 2012 23:09
[1] Revista Estrategia N° 2: “Es la hora del combate”. Publicada en junio de 1982.
[2] Ídem
[3] Ídem
[4] “¿A qué viene el Papa?”. Publicado el 9 de junio de 1982 por la Juventud del PST.
[5] La URSS, dirigida por la burocracia stalinista, para defender el statu quo internacional, se abstuvo cuando el Consejo de Seguridad de la ONU condenó a la Argentina el 30 de abril de 1982.
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