¿Quiénes somos?

El PSTU es un partido integrado por mujeres y hombres comprometidos con las transformaciones por un mundo más justo e igualitario, es decir un mundo SOCIALISTA.
Está compuesto principalmente por militantes que participan en sindicatos, movimientos estudiantiles, sociales y populares. Estamos convencidos de que la única manera de cambiar la realidad es mediante la movilizacion permanente de los trabajadores y los sectores populares a fin de terminar definitivamente con el sistema capitalista. De ahí que su estrategia es revolucionaria y no reformista.
Creemos que el socialismo no sólo es posible sino que es necesario por los principios, valores y fines superiores que enarbola.

Pero si somos revolucionarios ¿por qué queremos participar en las elecciones?

Si bien creemos que sólo la movilización de los trabajadores y la acción directa puede cambiar la realidad, pensamos que las elecciones son y están diseñadas para que nada cambie. No obstante, son una oportunidad para divulgar las ideas de nuestro partido y una herramienta importante para el apoyo de las luchas y la denuncia del sistema capitalista mismo.

viernes, 29 de agosto de 2014

Después de un nuevo parazo contra el Gobierno

¡Plan de lucha o buitres! 
Por Pablo Bordón- PSTU

Tal como sucedió el 20 de noviembre de 2012 y el 10 de abril de este año, la clase trabajadora respondió masivamente al llamado al paro nacional del 28 de agosto. De nada sirvieron al Gobierno sus aprietes mediáticos, tampoco los de las patronales en las fábricas. El acuerdo con la burocracia de la UTA para que “carnereara” el paro terminó con la mayoría de los colectivos circulando semivacíos. La contundencia del paro superó incluso la lógica desconfianza en los convocantes, Moyano y  Barrionuevo, quienes tardaron más de 5 meses en convocar este nuevo paro y no levantaron entre los reclamos el rechazo a seguir pagando a los buitres de la deuda. Ahora es necesario imponer la continuidad con un plan de lucha y un programa que unifique el conjunto de nuestros reclamos. 
El Gobierno pretendía engañarnos diciendo que este era el “paro de los buitres”, y junto a sectores patronales y de la burocracia sindical oficialista se jugó a que fracasara. Por las dudas rebalzó de policías y gendarmes, comandados por Berni, los accesos donde estaban convocados los piquetes. Pero entre los trabajadores y sectores populares sobraban las razones para parar: a la inflación desatada que se devora los salarios y jubilaciones, se le suma la recesión con una ola de despidos y suspensiones en la construcción, las automotrices, autopartistas (según tuvo que reconocer el propio gobierno se han perdido 200.000 puestos de trabajo este año, según otras fuentes la cifra es de 400.000), el derrumbe de la educación y la salud pública, los cortes de luz y gas por la crisis energética, la inseguridad alimentada por el avance del narcotráfico y la corrupción policial, la represión y la judicialización de las luchas y mucho más.

Por eso, por más que el Gobierno y las patronales desplegaran sus recursos habituales para intimidar a los trabajadores, desde la amenaza de más despidos, hasta la gendarmería y la policía en las calles; por más que la televisión, la radio y los diarios clamaran por el santo “derecho de los que quieren trabajar”, en contra de los cortes y los piquetes; por más que el jefe de la UTA, Fernández -comprado por el Gobierno con el aumento al triple de los subsidios a las empresas de transporte y alguna moneda para que el Sindicato ordenara no parar; por más que Beto Pianelli, el dirigente de los Metrodelegados del subte, ganado hace mucho para el kirchnerismo, repitiera el gastado argumento carnero de que el paro era un ataque de la derecha al Gobierno “nacional y popular”; por más que Capitanich dijera previsiblemente que el paro era un fracaso; pudo más la bronca y las necesidad de salir a luchar para enfrentar el ajuste.

Mientras los dirigentes demoraban el llamado a parar, por abajo se acumulaba esa bronca. Pero también se acumulaban la resistencia y la lucha contra el ajuste. Así lo demostraban los compañeros de Donnelley, los de Felfort que cortaron contra los despidos, Emfer, los paros de los trabajadores de la educación en Buenos Aires y tantos otros. Una vez más quedó claro que lo único que necesitábamos los trabajadores para empezar a romper el aislamiento y salir a luchar unidos era una convocatoria unificada.
Las idas y vueltas de las centrales sindicales para convocar al paro y su inacción durante el mismo para garantizarlo impidieron que el paro fuera aún más fuerte. Incluso muchos compañeros de gremios que no adhirieron tuvieron que concurrir a sus fábricas. Pero la disputa entre el Gobierno que quería evitar o derrotar el paro, y los trabajadores que queríamos hacerlo para enfrentar sus ataques, tuvo un claro ganador. Así fue que, con piquetes y tomando la medida en nuestras manos, volvimos a hacer un parazo en todo el país.

¡Imponer un plan de lucha YA!
La engañosa campaña del kirchnerismo, al grito de “Patria o Buitres”, tratando de convencer de que todos los males se deben al juez Griesa y a los buitres “malos”, se choca contra la realidad que empiezan a percibir cada vez más claramente los trabajadores: que el ajuste que estamos sufriendo a manos del Gobierno y las patronales, con la complicidad de los jefes sindicales traidores es, entre otras cosas, justamente para seguir pagando la deuda externa, continuar con el saqueo de nuestros recursos a manos de las multinacionales y beneficiar las ganancias patronales. Crece la conciencia de que si no hacemos algo para detenerlos, la factura que nos van a hacer pagar en términos de miseria y desempleo será muy alta.
Sin embargo, los hechos también dicen que para frenar el ajuste de las patronales y el Gobierno contra los trabajadores y el pueblo no alcanza con luchas aisladas. Los salarios y jubilaciones se siguen achicando, las suspensiones en las grandes fábricas automotrices, autopartistas y de otros gremios están pasando casi sin respuesta, el Gobierno sigue cobrando el impuesto a los salarios de más de 15.000 pesos.

Los trabajadores necesitamos urgentemente imponer un salario mínimo igual a la canasta familiar -calculada actualmente en alrededor de 9000 pesos- y el 82% móvil para los jubilados, la prohibición de despidos y suspensiones y terminar con el trabajo precario, tercerizado o en negro, la eliminación del impuesto al salario, el fin de la represión a los que reclaman y la judicialización de la protesta, la estatización bajo control de los trabajadores de las empresas vaciadas como Emfer-Tatsa y Donnelley.
Y también medidas más de fondo, como la suspensión de los pagos de la fraudulenta deuda externa y la nacionalización bajo control obrero del petróleo, el gas y todos los recursos naturales, la banca y elcomercio exterior, para que queden en el país nuestros riquezas al servicio de las necesidades de los trabajadores y el pueblo.
Para imponer todo eso necesitamos mucho más que un paro de vez en cuando, que solo sirva para descargar la bronca popular acumulada. Necesitamos terminar con los dirigentes carneros que salen a atacar los paros como si fueran ministros del Gobierno o gerentes de las empresas.
A través de asambleas y plenarios de delegados con mandato de base, tenemos que exigir a las direcciones sindicales que rompan sus pactos con el Gobierno y las distintas fuerzas de oposición patronales. Y convoquen un verdadero plan de lucha, empezando por concretar de inmediato el paro de 48 horas con que está amenazando Moyano.
Al mismo tiempo y por esa misma vía, tenemos que avanzar en la coordinación y la unidad desde abajo para construir la nueva dirección combativa y las organizaciones democráticas y de lucha que necesitamos los trabajadores para imponer nuestra salida a la crisis.
Desde el
PSTU nos comprometemos a colocar todas nuestras modestas fuerzas al servicio de esta lucha. Te invitamos a organizarnos juntos para poner manos a la obra.
PSTU PARTIDO SOCIALISTA DE LOS TRABAJADORES UNIFICADO
En el Frente de Izquierda y de los trabajadores –FIT

Liga Internacional de los Trabajadores - Cuarta Internacional
www.pstu.com.ar
contacto@pstu.com.ar

Lea Avanzada Socialista

jueves, 28 de agosto de 2014

Ayudanos con tu firma -AFILIATE AL PSTU




AFILIATE AL PSTU

Desde el PSTU queremos pedirte que nos ayudes con tu firma para lograr nuestra personería electoral como partido. Nosotros no tenemos “punteros” a sueldo ni subsidios para repartir como el Gobierno. Y por eso, para todo lo que hacemos recurrimos a la ayuda del pueblo. Es decir a vos. Ni te queremos comprometer a nada que vos no quieras. Sólo te pedimos unos pocos minutos de tu tiempo, tu firma y algunos datos para llenar unas planillas.
Seguro que vos compartís la bronca de millones de argentinas y argentinos que ven que los mismos políticos corruptos –peronistas, radicales, de derecha, de “centro-izquierda”- que enfrentamos en el 2001 al grito de “Que se Vayan Todos”, están metidos hoy en el gobierno de Cristina, en los ministerios y en el Congreso, haciendo lo mismo de siempre: enriqueciéndose a costa de la plata del pueblo y dictando y aplicando leyes que sólo favorecen a los bancos, a los buitres de la deuda ,a las petroleras  y a las grandes empresas.
Seguro que a vos te afecta igual que a los millones de argentinas y argentinos la inflación que se devora los sueldos, la precariedad laboral o el trabajo en negro como están trabajando casi la mitad de los trabajadores.  
Seguro que al igual que todo el pueblo argentino, estás preocupado por lo que los buitres quieren llevarse de este país a costa de nuestra salud y educación. Seguro que sufrís los cortes de luz y de gas porque el Gobierno entregó YPF al saqueo de los monopolios petroleros como CHEVRON y el resto del petróleo a otros monopolios como PAE. Seguro que te da bronca viajar como ganado en el colectivo y el servicio horrible del mismo , mientras los empresarios amigos del Gobierno y los funcionarios se roban los subsidios del transporte.
Nosotros somos como vos. Somos un partido de trabajadoras y trabajadores, de jóvenes, de estudiantes y docentes, de jubiladas y jubilados, que vivimos y sufrimos lo mismo que vos. Y queremos ayudar a solucionar los problemas, con la unidad de los trabajadores y el pueblo, tratando de hacer cada vez más grande la unidad de la izquierda y los trabajadores en el FIT.
Nosotros creemos que es posible que quienes con nuestro trabajo sostenemos este país día a día podamos gobernarlo, creemos que las variantes de la oposición patronal no son una alternativa para el pueblo trabajador y que podemos construir una herramienta política para lograrlo.
Para poder hacer eso te pedimos que nos ayudes con tu firma. Ahora estamos afiliando en todo el Chubut. Esta tarea no es menor ;  para lograrlo nos piden 1.500 afiliaciones. Te pedimos que nos ayudes pidiéndole a tus amigos, compañeros de trabajo y familiares que también nos den su firma. Desde ya te agradecemos por esta ayuda que nos vas a brindar.

Hagamos más grande el FIT
Desde el PSTU formamos parte del Frente de Izquierda y de los Trabajadores y creemos que la unidad de los luchadores debe expresarse también en las elecciones. Los partidos de izquierda que poseen la legalidad necesaria para conformarlo (PO-PTS-IS), han dado un gran paso al unirse en una sola lista, pero creemos que eso solo no basta.
Estamos dentro del FIT para poder dar una alternativa a quienes luchan todos los días pero también debatimos y combatimos dentro del propio frente. Es necesario que esta primera unidad se amplíe, se ponga verdaderamente al servicio de los mejores luchadores. Se abra a todos aquellos que quieran participar en la base de levantar un programa obrero y popular.
En momentos en que nuestro país está a la venta en Nueva York, donde con discursos de “izquierda” el Gobierno entrega nuestros recursos  naturales, cuando las patronales quieren seguir ganando millones y para eso despiden, suspenden y aumentan los ritmos de producción a niveles altísimos de superexplotación. Cuando los grandes ladrones, corruptos y asesinos permanecen en el Gobierno o en bancas parlamentarias mientras reprimen y persiguen a los trabajadores que salen a defender su fuente de trabajo. En estos momentos, donde la “oposición” patronal pretende vendernos que son la única opción, es ahora cuando no podemos poner por delante intereses mezquinos electoralistas, y debemos poner el FIT al servicio de todos los que enfrentan esta realidad día a día, y para que sirva de faro a aquellos que aún no lo hacen pero que deben hacerlo para sobrevivir.
Desde el PSTU queremos dar esta pelea con el FIT, queremos conseguir nuestra legalidad para ponerla al servicio de esta misión, para poder ampliar el FIT , para poder presentar al FIT en la provincia de Chubut ,  para dar voz a quienes no la tienen en este sistema legal perverso y a favor de los ricos. Queremos hacer más grande esta herramienta y por eso te pedimos que nos ayudes con tu firma y además dando esta necesaria discusión con nuestros compañeros de lucha.

Los trabajadores no engañamos
Desde el PSTU queremos agradecer a todos los que ya nos han ayudado con su firma, queremos destacar que a pesar de ser muy difícil para nosotros conseguir los requisitos que coloca la justicia no apelamos a las mentiras ni al dinero para lograrlo. Durante Agosto del 2.014  se conoció en nuestra provincia  la noticia de que el PRO falsificó 600 firmas para lograr la legalidad en ese distrito, casi la mitad de lo que se necesita.
Más allá de algunas declaraciones y que sólo ha sido publicado en una página perdida del diario provincial, esto que debería ser una noticia de escándalo nacional sólo demuestra cómo se comportan los partidos que nada tienen que ver con los trabajadores. La aparición permanente de partidos nuevos de acuerdo a los saltos electorales de los políticos patronales sólo se explica por prácticas como estas de engaño y corrupción en nombre de la “democracia”.
 

Por eso pedimos tu Afiliacion 
 Que nos de su firma para este reconocimiento en la formación de un Partido de los Trabajadores, de la juventud, de los sectores oprimidos, de las mujeres trabajadoras y explotadas, de los pueblos originarios, un partido sin patrones ni capitalistas, donde desde el Chubut y todas las regiones sigamos luchando  por una nueva alternativa pese a las proscripciones que en lo legal impone este sistema plagado de corrupción.

    Para que los trabajadores y jóvenes podamos presentar nuestra propia alternativa
Para seguir fortaleciendo una alternativa de izquierda y los trabajadores

¡Ayudanos con tu firma!

PSTU en el Frente de Izquierda y los Trabajadores
PSTU
PARTIDO SOCIALISTA DE LOS TRABAJADORES UNIFICADO   -  REGIONAL COMODORO RIVADAVIA
pstupatagonia.blogspot.com pstu.patagonia@gmail.com

f: pstu chubut 

jueves, 21 de agosto de 2014

A 74 años del asesinato de Trotsky

A 74 años del asesinato de Trotsky

Escrito por PSTU _ ARGENTINA 20 de agosto de 2.014


El 21 de agosto de 1940 moría asesinado en México León Trotsky, dirigente junto a Lenin de la Revolución Rusa de 1917. El día anterior, Ramón Mercader, un agente de Stalin que simulaba ser simpatizante del trotskismo, había descargado a traición un piquetazo sobre su cabeza en su casa del barrio de Coyoacán.
Trotsky había logrado asilo político en México en 1937, 8 años después de su expulsión de la URSS y de que gobiernos de distintos países europeos le negaran la residencia.
 
Al momento de su asesinato, muchos de los principales dirigentes del partido bolchevique que junto a Lenin, habían dirigido la Revolución de octubre, habían sido exterminados por Stalin luego de los famosos juicios de Moscú, en los que fueron condenados (incluido Trotsky) por falsos crímenes y traiciones en base a monstruosas falsificaciones y forzadas “confesiones”. Culminaba así el proceso de burocratización del primer Estado obrero, que cobró fuerza a la muerte de Lenin, entronizando una casta burocrática contrarrevolucionaria que, amparada en la falsa teoría del “socialismo en un solo país”, luego de cinco décadas terminaría restaurando el capitalismo donde había sido expropiado.
 
Miles de partidarios de la oposición de Izquierda, que Trotsky encabezó en la URSS, fueron perseguidos, asesinados y encarcelados. La clase obrera china, alemana y española sufrieron crueles derrotas por responsabilidad de los partidos comunistas orientados por la Komintern (Internacional Comunista), copada por el stalinismo. Así como la muerte en la guerra civil de gran parte de la vanguardia obrera revolucionaria y la derrota de la Revolución Alemana permitieron el surgimiento del stalinismo en la URSS, las nuevas derrotas a su vez habían franqueado el paso a Hitler y al estallido de la Segunda Guerra Mundial. Los partidarios de Trotsky eran apenas un puñado pero éste seguía siendo para Stalin su peor enemigo, y acabar con su vida, su obsesión.
 
No era el rencor personal la principal razón, sino la fría lógica contrarrevolucionaria. Trotsky encarnaba en sí mismo la experiencia de las tres revoluciones rusas (1905, Febrero y octubre de 1917) y las tradiciones revolucionarias del partido bolchevique. Mientras Trotsky viviera, un nuevo ascenso de masas provocado por las penurias de la nueva guerra, podría encontrar en él y la recién fundada IV Internacional, una alternativa de dirección revolucionaria.
 
Su obra más importante
 
Trotsky, dos veces presidente del Soviet de Petrogrado, fundador y organizador del Ejército Rojo, el genial teórico y dirigente del Partido Bolchevique y la Tercera Internacional consideraba, sin embargo, que su tarea más importante había sido la fundación de la Cuarta Internacional. Luego de que la criminal política del stalinismo había permitido el triunfo del nazismo en Alemania, él concluyó que el komintern se había pasado definitivamente al bando de la contrarrevolución.
 
Era imprescindible fundar una nueva internacional que continuara la pelea por la construcción de una dirección revolucionaria mundial para la clase obrera. La nueva internacional, apenas agrupaba a algunos centenares de cuadros revolucionarios en todo el mundo, pero era fuerte por su dirección, su moral y sus principios revolucionarios y por la teoría y el programa que la cimentaban: la Teoría de la Revolución Permanente y el Programa de Transición. Por eso, pese al golpe cualitativo que significó la pérdida de su principal dirigente, la Cuarta sobrevivió a su fundador. Trotsky tuvo razón, había logrado salvar la continuidad del marxismo revolucionario para las nuevas generaciones.
 
Un programa para la crisis actual
 
A fines de los ’80 y comienzos de los ’90 las masas soviéticas y de Europa oriental protagonizaron grandes revoluciones que liquidaron por fi n los regímenes stalinistas, liberando a los trabajadores del mundo de ese siniestro aparato contrarrevolucionario. Fue una colosal victoria que abrió una nueva etapa revolucionaria mundial, en la que a mediados del 2008 estalló la más grande crisis del capitalismo desde el año 1929.
 
La crisis se profundiza semana a semana y en los países imperialistas los gobiernos organizan gigantescos rescates financieros de billones de dólares para salvar a los bancos y empresas más importantes. Grecia y España están ya en bancarrota, Italia y Portugal le siguen los pasos y toda la Unión Europea se sacude. La receta de los gobiernos para superarla es la vieja y amarga medicina capitalista: salvajes ataques al empleo, el salario, las jubilaciones, las condiciones de trabajo, los presupuestos de salud y educación, un aumento brutal de la explotación. En palabras de Trotsky “la burguesía retoma cada vez con la mano derecha el doble de lo que diera con la izquierda”.
 
Esto ha detonado una respuesta de los trabajadores y sectores populares como hace décadas no se veía. Millones de obreros han protagonizado combativas huelgas generales en Grecia y España. Centenares de miles salen a las calles en el Estado Español contra el ajuste y dan apoyo de masas a la heroica huelga de los mineros del carbón.
 
Pero este es también el momento en que el programa de la IV Internacional demuestra su plena vigencia y su validez histórica como la única salida real a favor de los trabajadores a la brutal crisis. Medidas como la escala móvil de salarios de acuerdo a la inflación, el reparto de horas de trabajo con el mismo sueldo para garantizar el empleo, la nacionalización sin indemnización de la banca y las principales empresas con control de sus trabajadores, contenidas en el Programa de Transición, se vuelven imprescindibles para dotar al movimiento obrero y popular de un plan obrero alternativo. Y son, como planteaba Trotsky, el puente por el que puede hoy avanzar con su movilización el movimiento obrero para conquistar su propio gobierno y abrir el camino a una salida socialista.
 
Por la reconstrucción de la IV Internacional
 
La Liga Internacional de los Trabajadores (Cuarta Internacional), organización internacional fundada por Nahuel Moreno de la cual hace parte el PSTU, cumplió este año 30 años de existencia. Es heredera de la corriente encabezada por Moreno, que batalló durante décadas al interior de la IV contra el abandono de los principios revolucionarios, que llevaron a la crisis y dispersión del trotskismo. Luego de superar una fuerte crisis debido a la muerte de nuestro principal dirigente, y al “vendaval oportunista” que arrasó a la izquierda en los ‘90, la LIT (CI) ha retomado con fuerza la batalla por la reconstrucción de la IV y el reagrupamiento de los revolucionarios.
 
Fruto del rearme teórico, programático y político de los últimos años ha logrado instalarse dinámicamente en Europa, uno de los centros actuales del proceso revolucionario mundial, incorporando nuevas secciones como el Partido de Alternativa Comunista de Italia, el Movimiento Alternativa Socialista de Portugal y recientemente Corriente Roja del Estado Español, que está jugando un destacado rol en el enfrentamiento al gobierno de Rajoy, y en el apoyo a la lucha minera y el agrupamiento del sindicalismo alternativo. También se ha extendido a nuevos países en Latinoamérica como Honduras, Colombia, Costa Rica y El Salvador.
 
A 74 años del asesinato del gran revolucionario ruso, desde el PSTUy la LIT-CI  reivindicamos con orgullo su legado y una vez más hacemos nuestro su viejo grito de guerra: Obreros y obreras de todos los países, agrupaos bajo la bandera de la Cuarta Internacional. ¡Es la bandera de vuestra próxima victoria!

viernes, 15 de agosto de 2014

Carta del PSTU a la familia Carlotto

(Foto: Carlos Forner y Celina Contú, dirigentes del PSTU La Plata, en la entrevista radial donde le hicieron entrega de la carta a Guido Carlotto, secretario de Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires, hijo de Estela, y tío del recientemente encontrado Ignacio Guido Carlotto.)


Carta del PSTU a la familia Carlotto

Estela y Guido:

La recuperación de “Guido”, el nieto 114, es un triunfo de todos los trabajadores y el pueblo  que fortalece y le da un nuevo impulso a la lucha por la defensa de los derechos democráticos.  Ignacio Hurban recuperó la identidad, y ahora comienza a recuperar su historia. Estela y su familia “van a poder abrazarlo” y él empieza a reconstruir como fueron aquellos momentos, cuando fue arrancado de los brazos de su madre, Laura Carlotto, mientras  se encontraba secuestrada en el campo de concentración conocido como La Cacha en la ciudad de La Plata.  Él ya sabe que fue apropiado por los militares, privado de su identidad, y que su madre Laura fue asesinada por la dictadura luego de dar a luz. Y es sabido también, que este crimen está siendo juzgado por los tribunales de La Plata, a casi cuatro décadas de su secuestro.

Por tratarse del nieto de Estela, el referente indiscutido de las “Abuelas”, el encuentro de Ignacio tuvo un gran impacto y repercusión. Fue saludado por la ONU, por varios gobiernos latinoamericanos, periodistas, personalidades, dirigentes políticos y sociales en el mundo. Sin lugar a dudas, representa un pequeño triunfo en la batalla por obtener justicia frente al horror de una de las dictaduras más siniestras de nuestra historia, que significó la desaparición de 30.000 compañeros, el asesinato y el exilio de otros miles. Por eso, desde el PSTU celebramos y festejamos esta nueva victoria de la lucha por la Memoria, la Verdad y la Justicia que nos permite reivindicar a los compañeros desaparecidos, especialmente  a nuestros entrañables camaradas de nuestro viejo Partido Socialista de los Trabajadores (PST).

El gobierno de Cristina Kirchner al cual uds. apoyan, ha hecho una enorme campaña de propaganda que pretende atribuirse políticamente el reencuentro de Guido con su familia.
Nosotros compartimos con uds. el festejo por el reencuentro con Guido, el nombre que su familia eligió para Ignacio con su abuela.  Pero a partir de allí, queremos manifestarles nuestro  desacuerdo con el resto de las consideraciones.  No podemos compartir con uds. su apoyo político al gobierno, que a nuestro juicio, no es representativo de nuestra lucha ni de los intereses populares.    

La verdad es que la recuperación del nieto 114 es el producto de décadas de lucha del pueblo argentino, de una de las más grandes movilizaciones populares que registra la historia en reclamo de justicia. La misma se desarrolló en proporción a la atrocidad que significó la dictadura,  con sus campos de concentración, exterminio, las desapariciones y tortura. 
La gigantesca movilización que el pueblo viene protagonizando dio origen a innumerables luchadores y numerosas organizaciones como Madres y Abuelas. Posteriormente vimos nacer a los HIJOS, y ahora empiezan a organizarse alrededor de los “nietos”.
Esta misma movilización impuso el inicio de los juicios, la anulación de las leyes de impunidad, la cárcel para reconocidos genocidas, e incluso, fue la que obligó al Estado y a varios gobiernos, incluyendo al actual, a destinar desde 1983 parte de los recursos para buscar fosas con personas desaparecidas y hallar a los nietos nacidos en cautiverio.

Sin embargo, la base económico-social que dio origen a la dictadura, la Argentina capitalista que genera pobreza, desigualdad y desempleo, que priva de salud y educación a millones y que garantiza ganancias fabulosas a una pequeña capa de ricos y multinacionales, hoy sigue en pie. Por eso, pese al avance de algunas medidas arrancadas con la movilización popular, los mismos gobiernos capitalistas de Alfonsín, Menem, Néstor o Cristina Kirchner tomaron, a la vez, medidas que recortaron y hacen peligrar las libertades democráticas. La Ley Anti-terrorista,  el Proyecto X, los casi 7.000 luchadores procesados, el gatillo fácil, las desapariciones de Jorge Julio López y Luciano Arruga son solamente algunas de ellas.  

Tampoco puede ser obviados el nombramiento del general Milani al frente del ejército, un represor genocida denunciado por la desaparición del soldado Ledo, ni el incremento notorio del uso de la gendarmería y de las fuerzas represivas  bajo el mando del ex coronel carapintada Berni para reprimir a los luchadores obreros y populares. Estos hechos recientes son la palmaria demostración de que en nuestro país todavía existe la persecución a los luchadores y al día de hoy se siguen violando los derechos humanos. Tal es así, que en la misma semana que anunciábamos la conquista de haber encontrado al nieto 114, este mismo gobierno se llevaba detenida a María Victoria Moyano –otra nieta recuperada- en medio de la represión a los trabajadores de Lear que enfrentan los despidos. Todos son “nuestros nietos” y a todos ellos hay que defenderlos de la represión estatal, independientemente de cuál sea el gobierno que la ejerza. 
Por ello, ante la aparición de “Guido”, festejamos, y luego, apretamos los dientes, porque como uds. saben, faltan 400 nietos más. Falta desmantelar el aparato represivo, abrir los archivos de las fuerzas armadas y los servicios de espionaje. Todavía falta que se destituyan y encarcelen a los policías y los  militares que actualmente están en actividad y tienen causas por su participación en la dictadura. Si lo hiciéramos,  podríamos acelerar el hallazgo de personas que aún continúan desaparecidas. Podríamos avanzar en saber la verdad sobre donde está Julio López, encontrar nuevos nietos nacidos en cautiverio y conseguir el castigo a los culpables. Pero es importante dejar bien claro que el logro o no de estas reivindicaciones dependen de la voluntad política del gobierno. Y luego de más de 10 años en el poder, resulta imposible ocultar que este gobierno no tiene la decisión de avanzar en este sentido.

 Y es por ello que hoy,  después de la gran conquista que significó la recuperación de la identidad  del nieto 114, resulta imprescindible continuar desarrollando la más amplia movilización junto a todos los organismos de DD.HH. Con las Madres, con los Hijos, con las personalidades y dirigentes como uds. al frente, pero en forma independiente del Estado. Contra   éste y  todos los gobiernos que nos impiden avanzar con nuestras reivindicaciones.

Este es nuestro compromiso, el único que nos garantiza la victoria. Y en él nuevamente nos reafirmamos para seguir  adelante mediante esta carta.

Fraternalmente

PSTU -  (Partido Socialista de los Trabajadores Unificado)  
Agosto 2014

1914: la quiebra de la Segunda Internacional -Por Alicia Sagra

Congreso de la Segunda Internacional.

Congreso de la Segunda Internacional.


1914: la quiebra de la Segunda Internacional


Escrito por Alicia Sagra LIT-CI
La organización obrera internacional no pasó la prueba de la Primera Guerra Mundial, ya que sus partidos más importantes apoyaron a sus respectivos gobiernos imperialistas. Esto significó la quiebra de esta organización como herramienta de los trabajadores. Sin embargo, no había vivido en vano.
La guerra franco- prusiana de 1971 fue la partera de la primera revolución obrera: La Comuna de París y la derrota de la Comuna, inició la decadencia de la Primera Internacional, la que posteriormente en 1872 era disuelta a partir de las desleales intrigas de Bakunin, el  padre del anarquismo. Así acababa la primera gran experiencia organizativa de la clase obrera internacional.
Pero, al mismo tiempo,  la victoria de Alemania, en la misma guerra franco-prusiana, comienza a crear las condiciones que  casi 20 años después darán origen a la  segunda gran experiencia, la de la Internacional Socialista, la Segunda Internacional.
Después de su victoria en la guerra franco-prusiana de 1871, Alemania entró en una gran expansión industrial, parecida a la que Inglaterra había vivido veinte años atrás. Eso vigorizó al movimiento obrero industrial. Engels en una carta al dirigente socialdemócrata Bebel6 del 11 de diciembre de 1884 decía: “Nuestra gran ventaja es que la revolución industrial está en pleno apogeo, mientras que en Francia e Inglaterra en lo que concierne a su aspecto principal, está detenida. (…) “De otro lado, para nosotros, todo se está desarrollando. Así, hemos tenido una revolución industrial mucho más profunda y completa, y especialmente más amplia que la de los otros países; y esto con un proletariado perfectamente fresco e intacto, no desmoralizado por derrotas y finalmente – gracias a Marx– con un conocimiento de las causas del desarrollo económico y político, y de las condiciones de una revolución inminente, como no lo habían tenido ninguno de nuestros predecesores”
La ventaja de la que habla Engels se expresó no sólo  en un gran desarrollo y fortalecimiento de los sindicatos, sino también  en el del partido socialdemócrata, que reivindicaba las tesis del marxismo. En las elecciones para la Cámara de Diputados, el partido socialdemócrata pasó de
102.000 votos en 1871,  493.000 en 1877,  550.000 en 1984 y en 1890  superó el millón de votos.
A final de la década de 1880, la situación  se comienza a emparejar en el resto de Europa.
En  Francia, Jules Guesde7 quien había sido amnistiado por haber participado en la Comuna de París, ganó políticamente importantes sectores de jóvenes del movimiento sindical y fundó, en 1879, junto a Paul Lafargue, el Partido Obrero Francés, cuyo programa fue redactado con la ayuda de Marx. . En los años ochenta se sentaron las bases y se organizaron partidos obreros y socialistas en Dinamarca, Suecia, Bélgica, Austria, Suiza e Italia. Los primeros grupos marxistas empezaron a trabajar en Finlandia y Rusia. En 1877 se organizó en Estados Unidos el Partido Socialista del Trabajo. En Inglaterra, la  pérdida del monopolio industrial y en el mercado mundial, provocó un gran desempleo y miseria. La consecuencia fue un gran proceso de movilizaciones y el surgimiento de un nuevo sindicalismo de los obreros no calificados y se fundan una serie de organizaciones para propagandizar  las ideas socialistas y marxistas. El sindicalismo anterior estaba conformado fundamentalmente por obreros especializados. Según Engels: “Los nuevos sindicatos se han fundado en un momento en que la confianza en la eternidad del sistema salarial estaba seriamente deteriorada; sus fundadores y promotores son socialistas, ya sea de conciencia o sentimiento; las masas, cuya adhesión les fortificó, son toscas y despreciadas por la aristocracia obrera; pero tienen la inmensa ventaja de que sus mentes son terreno virgen, completamente libre de la herencia de los ‘respetables’ prejuicios burgueses que llenan los cerebros de los ‘viejos’ sindicalistas mejor situados.”
La fundación de la Segunda Internacional
En 1889 se celebró en Francia el centenario de la Revolución Francesa. Sesenta y nueve congresos internacionales se realizaron simultáneamente con la Exposición Mundial organizada en París por el gobierno francés. Uno de ellos fue citado por los socialistas alemanes y organizado por los guesdistas de Francia). Ese fue el primer congreso de la Segunda Internacional.
Reflejando la situación e la clase obrera que le daba origen, de este congreso fundacional salió un llamado a los trabajadores para apoyar un programa por una legislación internacional del trabajo. Esa resolución fue polémica con quienes sostenían  “la legislación laboral era incompatible con los principios socialistas”  y se decidió apoyar la lucha por la jornada de ocho horas de trabajo que realizaba la Federación Norteamericana del Trabajo (AFL). La AFL había enviado un saludo solicitando apoyo para la campaña, que sería lanzada el  1º de mayo de 1890. El congreso decidió organizar en ese día una demostración internacional a favor de la jornada de ocho horas.
La Segunda Internacional: gran avance en la organización obrera internacional.
La Segunda Internacional, a diferencia de la Primera, no fue un Frente Único entre organizaciones obreras, sino una Federación de Partidos Socialdemócratas, que se reivindicaban marxistas y algunos de los cuales tenían peso de masas. Engels cumplió un papel importante en su formación. 
En los diez años posteriores, la Segunda Internacional fue aumentando su influencia y prestigio. Iba realizando un importantísimo papel en la educación marxista del movimiento obrero y en los congresos debatían y votaban resoluciones sobre los principales problemas que enfrentaban los trabajadores. En los partidos nacionales antes y después de los congresos se debatía y votaba sobre esas cuestiones. El carácter internacional de esas discusiones fue un gran avance para el movimiento obrero europeo  que fue elevando permanentemente su nivel político y teórico.
La batalla contra el oportunismo y el sectarismo.
En la medida en que el capitalismo  va entrando en la fase imperialista, se desarrollan importantes debates  y se van perfilando las diferentes alas en el Partido Socialdemócrata alemán, el más importante de la Segunda Internacional,  dependiendo en cómo se ubicaban en la relación “reforma- revolución”.
Rosa Luxemburgo, en su folleto de 1889  explicaba así  la posición marxista sobre esa relación: “La lucha cotidiana por las reformas, por el mejoramiento de la situación de los obreros en el marco del orden social imperante y por instituciones democráticas, ofrece a la socialdemocracia el único medio de participar en la lucha de la clase obrera y de empeñarse en el sentido de un objetivo final: la conquista del poder político y la supresión del trabajo asalariado” (…)“entre la reforma y la revolución social existe, para la socialdemocracia, un vínculo indisoluble. La lucha por las reformas es el medio; la revolución social, el fin.” [1]
Pero, en relación a este tema, los marxistas tuvieron que combatir, dentro de la Segunda, dos desviaciones igualmente perjudiciales: la oportunista y la sectaria.
Los sectarios,  que por principio negaban la lucha por las reformas, eran una respuesta equivocado al oportunismo que cada vez más tenía bases materiales para su desarrollo, a partir del desarrollo  y fortalecimiento del imperialismo.
El imperialismo, tal como afirmó Lenin, dividió al mundo entre un grupo de privilegiadas, explotadoras y militaristas potencias opresoras (Inglaterra, Alemania, Francia, Rusia, Italia, Japón y Estados Unidos) y la mayor parte de la humanidad que soportaba el yugo colonial.
Las grandes ganancias extraídas de la explotación de los países coloniales y semicoloniales, permitieron a las grandes potencias dar algunas migajas a sus trabajadores. Estos trabajadores privilegiados constituyeron la aristocracia obrera, que fue la base social de fuertes burocracias políticas y sindicales. Y esto fue acompañado  por el gran  crecimiento partidario y sus triunfos electorales expresados en la obtención de un gran número de parlamentarios. Esto se fue dando en los diferentes partidos europeos, pero muy especialmente en el alemán.
Dirigentes de los partidos obreros parlamentarios, junto con los dirigentes  sindicales comenzaron, a llevar una vida cada vez más acomodada. En la medida en que crecía su bienestar más se aislaban de los sufrimientos, miserias y aspiraciones de las masas arruinadas y empobrecidas de los pueblos coloniales y más disminuía su disposición a la lucha.
Al calor de los debates  teóricos y políticos se van conformando tres alas en el partido alemán: La derecha, encabezada por  Berstein y Vollmar; la izquierda  que entre sus principales figuras tenía a Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht, Clara Zetkin, Leo Jogiches , Ernst Meyer, Hugo Eberlein ,Franz Mehring y el centro, que dirigía al partido, representado por Kautsky y Bebel.
Los oportunistas son derrotados en los congresos. El punto culminante de la Segunda Internacional.
Las  posiciones  oportunistas se fueron desarrollando en la Internacional y no tenían sólo un componente teórico sino que se expresaba en las políticas concretas.   En Francia la lucha llegó al máximo cuando Alexander Millerand, miembro del partido Socialista Independiente, aceptó en 1889 el cargo de ministro de industria en el gobierno burgués. Era la primera vez que un dirigente socialista entraba a un gobierno burgués. Millerand justificó su acción con el argumento de que había que defender la democracia frente a la amenaza monárquica y bonapartista. La lucha contra la traición de Millerand llevó a la división, entre el ala derecha y el ala izquierda, del Partido Socialista Francés.
En el congreso de la socialdemocracia alemana realizado en Dresden en 1903, se votó una resolución que decía:
“El congreso condena terminantemente los esfuerzos de los revisionistas por cambiar la línea táctica que se ha probado con éxito en el pasado y que se deriva de la idea de la lucha de clases, sustituyendo la política de conquistar el poder derrotando a nuestros enemigos por una política de concesiones al orden actual (...) Estas tácticas revisionistas inevitablemente cambiarían el carácter de nuestro partido (...) de un movimiento que lucha por suplantar lo más rápidamente posible la actual sociedad burguesa por una sociedad socialista para pasar a ser un grupo satisfecho con reformar la sociedad burguesa.”
“El congreso declara: (...) que el Partido Socialdemócrata no puede luchar por una cuota de poder dentro del gobierno de la sociedad burguesa.
Más aún, el congreso condena todos los esfuerzos por conciliar los actuales y crecientes antagonismos entre las clases, para facilitar la cooperación con los partidos burgueses.”
Esta resolución fue aprobada por los votos del ala izquierda y el centro, en contra del ala encabezada por Berstein.
En 1904, en el Congreso de Amsterdam de la Segunda Internacional, se adopta la resolución de Dresden. Ese Congreso, con 444 delegados presentes, mostró que la II Internacional se había convertido en un gran movimiento mundial.
El peso de la Segunda se agrandó en 1905, cuando estalló la revolución rusa y la joven clase obrera de ese país, dirigida mayoritariamente por la socialdemocracia, mostró al mundo su potencial revolucionario. Ese fue el punto culminante de la Segunda. Poco después comenzará su decadencia.
Decadencia de la Segunda Internacional.
El poderoso movimiento de 1905 en Rusia, movió corrientes revolucionarias en toda Europa. Trotsky decía:
“La revolución rusa fue el primer gran evento que trajo un soplo de aire fresco a la rancia atmósfera europea en los treinta y cinco años transcurridos desde la Comuna de
París. El rápido desarrollo de la clase obrera rusa y la inesperada fuerza de su actividad revolucionaria, impresionaron enormemente al mundo civilizado y dieron ímpetu en todas partes a la agudización de las diferencias políticas. En Inglaterra, la revolución rusa aceleró la formación de un partido laborista independiente. En Austria, gracias a circunstancias especiales, condujo al sufragio universal... Y en Alemania la influencia de la revolución rusa se evidenció en el fortalecimiento del ala izquierda del partido, en la aproximación a ella del centro dirigente y en el aislamiento del revisionismo. El problema de los derechos políticos prusianos, clave de la posición política de los junkers12, asumió agudos matices. Y el partido
adoptó en principio el método revolucionario de la huelga general”[2]
Pero esta gran revolución fue derrotada, y a partir de ahí se abrió un período reaccionario en toda Europa, que tuvo consecuencias que Trotsky describe así:
“En Rusia triunfó la contrarrevolución y empezó un periodo de decadencia para el proletariado ruso, tanto en la política, como en la fuerza de sus organizaciones. La serie de reivindicaciones planteadas por la clase obrera en Austria fue destruida, la legislación del seguro social se pudrió en las oficinas del gobierno, los conflictos nacionalistas surgieron con removido vigor debilitando y dividiendo a la socialdemocracia”.
“El Partido Laborista en Inglaterra, después de haberse separado del Partido Liberal, volvió de nuevo a la más estrecha colaboración con éste. En Francia, los sindicalistas se pasaron a posiciones reformistas (...) Los líderes revisionistas de la socialdemocracia alemana, alentados por el desquite que les proporcionaba la historia, levantaron cabeza (...)”
“Los marxistas se vieron obligados a cambiar sus tácticas ofensivas por otras defensivas. Los esfuerzos del ala izquierda del partido por llevarlo a una política más activa fueron infructuosos. El centro dirigente se balanceó más y más hacia la derecha, aislando a la izquierda. El conservadorismo, curado de los golpes recibidos en 1905, se recuperó totalmente.”[3]
Entre 1906 y 1914, aunque no se formulaba con claridad, la Segunda Internacional comenzó a actuar con un punto de vista diferente. Comenzaron con el argumento de que, como en los últimos cien años el capitalismo continuaba en expansión y desarrollando las fuerzas productivas, eso hacía posible elevar el nivel de vida de los trabajadores y alcanzar mayores libertades políticas. Esos objetivos podrían ser alcanzados fortaleciendo paso a paso el poder de las organizaciones obreras, sindicatos, cooperativas, partidos políticos y obteniendo cada vez más diputados. Este punto de vista justificaba lo que se había dado en llamar programa mínimo.
Ese programa mínimo se fue convirtiendo en el verdadero programa del partido y el programa máximo, basado en la lucha revolucionaria, sólo pasó a ser usado en los discursos de los Primeros de Mayo.
Al mismo tiempo, se comenzaba a justificar la existencia del imperialismo. En el  congreso de Stuttgart (1907),   los oportunistas, encabezados por los dirigentes sindicales alemanes, se resistieron a cualquier lucha contra las políticas imperialistas. Bernstein, la máxima expresión de la derecha oportunista, argumentaba que necesariamente existían dos clases de pueblos –los dominadores y los dominados– Algunos pueblos, decía, eran niños incapaces de desarrollarse. Por lo tanto, la política colonial era inevitable, aún bajo el socialismo.
Estas posiciones fueron derrotadas, pero sólo por 127 votos contra 108.  Este congreso preanunciaba  lo que vino a ser la gran traición de la Segunda Internacional: su posición ante la Primera Guerra Mundial.
Primera Guerra Mundial. La gran traición y la muerte de la Segunda Internacional.
En octubre de 1912 Montenegro declaró la guerra a Turquía.. El buró de la Segunda Internacional organizó mítines contra la guerra mundial que se avecinaba y citó a un congreso extraordinario en Basilea, para el 24 y 25 de noviembre de 1912. Los delegados aprobaron por unanimidad un manifiesto, conocido como el Manifiesto de Basilea que declaraba que la próxima guerra europea sólo podría tener un carácter interimperialista. Reafirmaba la posición principista de la lucha obrera contra la guerra, adoptada en los congresos anteriores. Recordando los ejemplos de la Comuna de París después de la guerra franco- prusiana y de la revolución rusa de 1905 durante la guerra ruso- japonesa, el manifiesto llamaba a que en caso de declararse la guerra se debía “utilizar con todas las fuerzas la crisis económica causada por la guerra, para sublevar a las masas y precipitar así la caída del dominio de clase capitalista”.
En julio de 1914 el imperio austro- húngaro dio un ultimátum a Serbia. Los partidos de la Segunda Internacional pusieron en práctica el primer mandato del Manifiesto de Basilea: “Si la guerra amenaza con estallar (....) desarrollar todos los esfuerzos con el objeto de prevenirla por todos los medios que consideren efectivos”. El 29 de julio cuando las tropas austriacas entraban en Belgrado, se organizaron inmensas manifestaciones contra la guerra, en Alemania, Austria, Italia, Francia, Bélgica. El partido alemán publicó un manifiesto exigiendo a su gobierno no entrar en la guerra.
El 1 de agosto, cuando Alemania declaró la guerra a Rusia, el dirigente  alemán Herman  Müller aseguró que su partido no votaría a favor de los créditos de guerra.
Los dirigentes socialdemócratas confiaban que todas esas acciones obligarían a sus gobiernos a retroceder. Pero no sucedió eso. No se pudo impedir la guerra interimperialista. Ante eso, la Segunda Internacional y sus partidos, tenían que poner en práctica el segundo mandato del Manifiesto de Basilea. Había que enfrentar al propio imperialismo, practicando el l derrotismo revolucionario, transformando  la guerra imperialista en guerra revolucionaria. La guerra era la divisoria de aguas entre los verdaderos revolucionarios y los capituladores.
Las guerras y las revoluciones, siempre son la gran prueba. La Segunda Internacional no pasó esa prueba. La inmensa mayoría de los dirigentes de todos los partidos terminaron votando a favor de los créditos de guerra de sus países y los revolucionarios quedaron reducidos a una mínima expresión. Con relación a los partidos hubo sólo dos honrosas excepciones que no votaron a favor de sus propios gobiernos, los rusos y los serbios (a pesar de que estos últimos soportaban la presión de la invasión de las tropas austríacas).
En Alemania, el único diputado socialdemócrata que votó en contra de los créditos de guerra y que además llamó a los obreros y soldados a voltear las armas contra su propio gobierno, fue Karl Liebknecht. Todo el resto de la socialdemocracia, según las palabras de Rosa Luxemburgo era “un cadáver maloliente”.
En enero de 1915, la dirección del partido alemán, en común acuerdo con el mando militar de la burguesía, hacer callar definitivamente a Liebknecht movilizándolo en el ejército. De este modo le queda prohibido tomar la palabra y no puede acudir a las asambleas de militantes. El 18 de febrero de 1915, Rosa Luxemburgo es encarcelada hasta febrero de 1916 y, exceptuando algunos meses entre febrero y julio de 1916, permanecerá en prisión hasta octubre de 1918. En septiembre de 1915, Ernst Meyer, Hugo Eberlein y, después, Franz Mehring, con 70 años de edad, y muchos más son también encarcelados.
A pesar de ser minoría la derecha impuso su política. El centro, representado por Kautsky, que en los Congresos anteriores había reafirmado la posición revolucionaria frente a la guerra, capituló totalmente al socialpatriotismo.
Lenin, en abril de 1917, definió así el papel del centrismo:
“El meollo del asunto es que el ‘centro’ no está convencido de la necesidad de una revolución contra su propio gobierno, no predica la revolución, no impulsa vigorosamente una lucha revolucionaria y con el objeto de evadir esa lucha recurre a las más triviales excusas ultra ‘marxistas’”.
“El ‘centro’ está integrado por los adoradores de la rutina, desgastados por la gangrena de la legalidad, corrompidos por la atmósfera parlamentaria; son burócratas acostumbrados a posiciones cómodas y a trabajos suaves. Histórica y económicamente hablando, no son un estrato diferente, sino que representan sólo una forma de transición de una fase anterior del movimiento obrero –la fase entre 1871 y 1914, que aportó muchos elementos valiosos, particularmente el arte indispensable de sostener un trabajo organizativo lento, sistemático a gran escala– a una nueva fase que se hizo objetivamente esencial con el estallido de la Primera Guerra Mundial, que inaugura la era de la revolución social” (Obras completas, tomo XXIV)
Y Trotsky escribió brillantemente el epitafio  para este gran y frustrado proyecto de organización obrera internacional:
“La Segunda Internacional no había vivido en vano. Había logrado hacer un gigantesco trabajo educativo. Nunca antes en la historia existió algo semejante. Había educado y aglutinado a su alrededor a las clases oprimidas. El proletariado ahora no tiene que empezar desde el principio. No entra a la nueva senda con las manos vacías.”
RESPUESTA A LOS ARGUMENTOS DE LA TRAICIÓN
Rosa Luxemburgo: “El argumento de la casa ardiendo”

Los dirigentes de la Segunda Internacional intentan justificar la traición con el argumento de que una vez que nos e pudo impedir la guerra, lo central era impedir la invasión de los diferentes países por potencias extranjeras. Rosa Luxemburgo responde brillantemente en un folleto de 1916, mostrando como ese planteo es una revisión de los principios marxistas.
A pesar de todo, si no hemos podido impedir el desencadenamiento de la guerra, si la guerra es ya un hecho consumado, si la nación se encuentra ante el peligro de una invasión extranjera, ¿cómo podemos dejar indefensa a la propia patria, cómo vamos a entregársela al enemigo?; ¿abandonar los alemanes su país a los rusos?; ¿los franceses y los belgas a los alemanes?; ¿los serbios a los austriacos? ¿Acaso no dice el principio socialista del derecho a la autodeterminación de las naciones que todo pueblo tiene el derecho y el deber de proteger su libertad y su independencia? Cuando la casa se quema, ¿no hay que apagarla, en primer lugar, en vez de ponerse a buscar al culpable que le prendió fuego?
Este argumento de la “casa ardiendo” ha desempeñado un gran papel en la actitud de los socialistas, tanto de un lado como de otro, tanto de Alemania como de Francia. También en los países neutrales ha sentado escuela: traducido al holandés significa: cuando el barco hace agua, ¿no se debe, ante todo, intentar taponar las vías de agua?
Ciertamente, es un pueblo indigno el que capitula ante el enemigo extranjero, como el partido que capitula ante el enemigo interno. Tan sólo una cosa han olvidado los bomberos de la “casa ardiendo”: que en la boca de los socialistas la defensa de la patria significa algo distinto a desempeñar el papel de carne de cañón bajo el mando de la burguesía imperialista. En primer lugar, por lo que respecta a la “invasión”, ¿es realmente aquel espantajo ante el cual toda lucha de clases interna debería desaparecer como embrujada y paralizada por un poder sobrenatural?
Según la teoría política del patriotismo burgués y del estado de sitio, toda lucha de clases es un
crimen contra los intereses de la defensa de la patria, porque pone en peligro y debilita la fuerza defensiva de la nación. La socialdemocracia oficial se ha dejado engañar por este griterío. Y, sin embargo, la historia moderna de la sociedad burguesa muestra a cada paso que para ella la invasión extranjera no es el más abominable de los horrores como la quieren pintar hoy, sino un medio probado y utilizado con preferencia contra el “enemigo interno”.
¿Acaso no llamaron los Borbones y los aristócratas de Francia a la invasión extranjera, contra los jacobinos? ¿Acaso no llamó la contrarrevolución austriaca y clérigo-estatal en 1849 a la invasión francesa contra Roma, la rusa contra Budapest? ¿Acaso no amenazó en
Francia abiertamente el “partido del orden” en 1850 con la invasión de los cosacos para acallar a la Asamblea Nacional? Y con el famoso tratado del 18 de mayo de 1871 entre Jules Favre, Thiers y compañía y Bismarck, ¿no se acordó poner en libertad a las tropas bonapartistas y llamar en su apoyo a las prusianas, con el fin de acabar con la Comuna de París?
Para Carlos Marx fue suficiente esta experiencia histórica para desenmascarar, hace ya 45 años, a las “guerras nacionales” del moderno Estado burgués como un engaño. En su conocido manifiesto del Consejo General de la Internacional sobre el caso de la Comuna de París dice:
´Que después de las guerras más terribles de los tiempos modernos se alíe el ejército victorioso con el vencido para aplastar conjuntamente al proletariado, este acontecimiento inaudito no demuestra, como creía Bismarck la destrucción definitiva de la nueva sociedad ascendente, sino la descomposición total de la vieja sociedad burguesa. El más alto heroísmo de que era todavía capaz la vieja sociedad es la guerra nacional, y ésta aparece ahora como un mero engaño gubernamental que no tiene otra finalidad que la de postergar la lucha de clases, y que desaparece tan pronto como esta lucha de clases se convierte en guerra civil. La dominación de clase no es ya posible ocultarla por más tiempo bajo un uniforme nacional; ¡los gobiernos nacionales están unidos contra el proletariado!´
La invasión y la lucha de clases no representan cosas contradictorias en la historia burguesa, tal como se dice en la leyenda oficial, sino que !a una es medio y expresión de la otra. Y si para las clases dominantes la invasión es un medio eficaz contra la lucha de clases, para las clases revolucionarias la más violenta lucha de clases ha demostrado ser el mejor medio contra la invasión.[4]

Lenin: “Los oportunistas “honestos” son los más peligrosos para la clase obrera”
También  de 1916 es un trabajo de Lenin, en donde desenmascara a los dirigentes traidores de la Segunda Internacional, explicando el trasfondo de clase del oportunismo y reafirmando que la guerra abre las condiciones para el triunfo de la revolución obrera.
¿”Cuál es la esencia económica del defensismo en la guerra de 1914-1915? La burguesía de todas las grandes potencias hace la guerra para repartir y explotar el mundo, para oprimir a los pueblos. A un reducido grupo de la burocracia obrera, la aristocracia obrera y los compañeros de viaje pequeñoburgueses pueden tocarle algunas migajas de las grandes ganancias de la burguesía. El socialchovinismo y el oportunismo tienen el mismo trasfondo de clase: la alianza de un pequeño sector de obreros privilegiados con “su” burguesía nacional, contra las masas de la clase obrera; la alianza de los lacayos de la burguesía con esta última contra la clase que ella explota.
El contenido político del oportunismo y del socialchovinismo es el mismo: colaboración entre las clases, renuncia a la dictadura del proletariado, renuncia a las acciones revolucionarias, aceptación incondicional de la legalidad burguesa, falta de confianza en el proletariado y confianza en la burguesía. El socialchovinismo es la continuación directa y la culminación de la política obrera liberal inglesa, del millerandismo y el berteinianismo. (…)
Los representantes inteligentes de la burguesía lo han comprendido muy bien. Por eso dedican tantos elogios a los actuales partidos socialistas, encabezados por los “defensores de la patria”, es decir, los defensores de la rapiña imperialista. Por eso los gobiernos retribuyen a los líderes socialchovinistas con cargos ministeriales (en Francia e Inglaterra) o con el monopolio de una existencia legal sin trabas (en Alemania y Rusia). Por eso mismo, en Alemania, donde el Partido Socialdemócrata era el más fuerte y donde su transformación en un partido obrero nacional-liberalcontrarrevolucionario, ha sido más evidente, ¡las cosas llegaron hasta el punto de que el Ministerio Fiscal califica la lucha entre la “mayoría” y la “minoría” como una “incitación al odio de clase”! Es por todo esto que los oportunistas inteligentes se preocupan ante todo por mantener la anterior “unidad” de los viejos partidos que prestaron tan importantes servicios a la burguesía en 1914 y 1915.
Un socialdemócrata alemán publicó en abril de 1915, con el seudónimo de “Monitor”, en la revista reaccionaria “Preussische Jahrbücher”, un artículo en el que, con franqueza digna de elogio, expresaba las opiniones de estos oportunistas en todos los países del mundo. Monitor cree que sería muy peligroso para la burguesía que la socialdemocracia se desplazara aún más a la derecha: “Debe conservar el carácter de un partido obrero con ideales socialistas. Pues el día que renuncie a ello surgirá un nuevo partido que adoptará el programa abandonado por el partido anterior, y lo formulará en términos aún más radicales” (Preussische Jahrbücher, 1915, núm. 4, págs. 50-51).
(…) Pero Monitor representa sólo una variedad de oportunismo: la variedad franca, burda y cínica. Otros proceden en forma encubierta, sutil y “honesta”. Engels dijo en cierta ocasión: Los oportunistas “honestos” son los más peligrosos para la clase obrera... Un ejemplo:
Kautsky escribe en “Neue Zeit” (26 de noviembre de 1915): “La oposición a la mayoría está aumentando, el estado de ánimo de las masas es oposicionista”.
“Después de la guerra (¿sólo después de la guerra? –N.L.), las contradicciones de clase se enconarán hasta tal punto que el radicalismo prevalecerá entre las masas.” “Después de la guerra (¿sólo después de la guerra? –N.L.) corremos el riesgo de que los elementos radicales huyan del partido para afluir a un partido de acciones de masas antiparlamentarias (¿?entiéndase: extraparlamentarias)”. “Así pues, nuestro partido se divide en dos campos extremos que no tienen nada de común entre sí.” Para preservar la unidad, Kautsky trata de convencer a la mayoría del Reichstag que permita a la minoría pronunciar unos cuantos discursos parlamentarios de tono radical. Eso significa que, con unos cuantos discursos parlamentarios radicales, Kautsky quiere conciliar a las masas revolucionarias con los oportunistas que “no tienen nada de común” con la revolución, que dirigen desde hace ya mucho los sindicatos y que ahora, apoyándose en su estrecha alianza con la burguesía y el Gobierno, se han adueñado también de la dirección del partido. ¿Qué diferencia hay, en rigor, entre esto y el “programa” de Monitor? Ninguna, sino las frases melosas que prostituyen el marxismo. (…)
¡Basta de fraseología, basta de “marxismo” prostituido à la Kautsky! Después de veinticinco años de existencia de la II Internacional, después del Manifiesto de Basilea, los obreros dejarán de dar crédito a las frases. El oportunismo, gangrenoso ya, se ha pasado definitivamente al campo de la burguesía transformándose en socialchovinismo; ha roto espiritual y políticamente con la socialdemocracia. También romperá con ella en materia de organización. Los obreros ya exigen una prensa “no censurada” y reuniones “no autorizadas”, es decir, organizaciones clandestinas para apoyar el movimiento revolucionario de masas. Sólo tal “guerra a la guerra” es obra de la socialdemocracia, y no una frase. Y a pesar de todas las dificultades, derrotas pasajeras, errores, extravíos y pausas, esa obra llevará a la humanidad a la revolución proletaria victoriosa.[5]

[1] Rosa Luxemburgo, “Reforma o revolución”
[2] León Trotsky, “La Guerra y la Internacional”
[3] idem
[4] Rosa Luxemburgo, La crisis de la socialdemocracia
[5] Lenin, “El oportunismo y la bancarrota de la Segunda Internacional”